Estaba la plana mayor de la compañía reunida en aquel amplio salón. Allí se encontraban los directivos ejecutivos, los encargados de laboratorio y los técnicos especialistas, así como los asesores.
Empezó a exponer el punto del día el especialista técnico en neuromarketíng frente a la atenta mirada del resto de miembros. Y decía:
- Señores y señoritas para el plan anual de la compañía se ha estimado oportuno aumentar los beneficios a corto plazo mediante una mejora técnica, que entra dentro de la competencia de nuestro departamento, de ahí, que el orden del día en ésta reunión, sea sólo un punto "el estímulo programado del consumidor compulsivo". Como todos los presentes saben, desde los años 50 del siglo pasado se ha avanzado mucho en los conceptos económicos de "obsolencia programada y obsolencia percibida", durante la primera década del último siglo, la ampliación hacia ámbitos antes no implementados para producir beneficio se a disparado, con lo que hoy día podemos mediante las técnicas de neuromárketing explotar el inconsciente de los consumidores para nuestro beneficio propio. De ésta razón, que en éste año, se haya tomado la decisión de crear un nuevo consumidor "el consumidor compulsivo". De lo que se trataría es de estimular el consumo de forma que generemos un consumidor "enfermo" de modo inconsciente, lo cuál, nos asegura un beneficio neto en las cuentas anuales de nuestra compañía. En realidad no es difícil, ya que tan sólo se requiere el acentuar los estímulos pertinentes para configurar en las sociedades de la comunicación global un consumo compulsivo. Consiste simplemente en la exageración de los fenómenos de consumo habitual, consiguiendo que el consumidor viva tanto la compulsión, como un acto que el sujeto se ve impulsado a realizar, como órdenes que siente surgir dentro de sí mismo y que debe obedecer a pesar de que las considera absurdas, patológicas, anormales y perjudiciales. Sí se resistiera notaría una angustia creciente hasta que tenga que consumir. Nuestro departamento juega con una ventaja en éste campo y es que podemos hacer consumidores compulsivos desde a representantes políticos, judiciales, militares,... hasta el ciudadano menos relevante de la sociedad por su falta de locuacidad. Ya que la gradación en psiquiatría entre <<normal y anormal>> se desliza por una pendiente continua en la que es muy difícil marcar el límite, tal como sucede, entre los niveles de la inteligencia, o entre la genialidad y la locura.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
Empezó a exponer el punto del día el especialista técnico en neuromarketíng frente a la atenta mirada del resto de miembros. Y decía:
- Señores y señoritas para el plan anual de la compañía se ha estimado oportuno aumentar los beneficios a corto plazo mediante una mejora técnica, que entra dentro de la competencia de nuestro departamento, de ahí, que el orden del día en ésta reunión, sea sólo un punto "el estímulo programado del consumidor compulsivo". Como todos los presentes saben, desde los años 50 del siglo pasado se ha avanzado mucho en los conceptos económicos de "obsolencia programada y obsolencia percibida", durante la primera década del último siglo, la ampliación hacia ámbitos antes no implementados para producir beneficio se a disparado, con lo que hoy día podemos mediante las técnicas de neuromárketing explotar el inconsciente de los consumidores para nuestro beneficio propio. De ésta razón, que en éste año, se haya tomado la decisión de crear un nuevo consumidor "el consumidor compulsivo". De lo que se trataría es de estimular el consumo de forma que generemos un consumidor "enfermo" de modo inconsciente, lo cuál, nos asegura un beneficio neto en las cuentas anuales de nuestra compañía. En realidad no es difícil, ya que tan sólo se requiere el acentuar los estímulos pertinentes para configurar en las sociedades de la comunicación global un consumo compulsivo. Consiste simplemente en la exageración de los fenómenos de consumo habitual, consiguiendo que el consumidor viva tanto la compulsión, como un acto que el sujeto se ve impulsado a realizar, como órdenes que siente surgir dentro de sí mismo y que debe obedecer a pesar de que las considera absurdas, patológicas, anormales y perjudiciales. Sí se resistiera notaría una angustia creciente hasta que tenga que consumir. Nuestro departamento juega con una ventaja en éste campo y es que podemos hacer consumidores compulsivos desde a representantes políticos, judiciales, militares,... hasta el ciudadano menos relevante de la sociedad por su falta de locuacidad. Ya que la gradación en psiquiatría entre <<normal y anormal>> se desliza por una pendiente continua en la que es muy difícil marcar el límite, tal como sucede, entre los niveles de la inteligencia, o entre la genialidad y la locura.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
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