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domingo, 4 de agosto de 2013

El comerciante de genes.

Era un hombre raro, recordaba a un paranoico sin llegar a tener ideas delirantes, era: desconfiado, suspicaz, susceptible, no aceptaba la crítica, creía tener siempre la razón y que la culpa era de los demás. Tendía a los celos, siendo orgulloso, frío, con escaso sentido del humor y de las manifestaciones de ternura.
Vivía en Londres desde el año 2035, centro neurálgico del comercio y las finanzas, trabajando en la "City". Viajó por los 6 continentes en su búsqueda de nuevos mercados genéticos. La calidad de la compra-venta de genes humanos se había puesto a la cabeza de la biotecnología desde que en los mercados bursátiles estuvieran al alza en los últimos años. 
Eliseo, que así se llamaba aquél comerciante durante 20 años, se había hecho un experto en localizar en las zonas marginales de muchas ciudades en diferentes países, a cientos de miles de personas que vendían sus derechos genéticos, tras su fallecimiento, a su compañía, para posteriormente comercializarlos.
Con el paso del tiempo se dio cuenta que su trabajo había producido mucho dinero, había cambiado la historia y la estética del mundo, pero que era absurdo, ya que tras tantos años de experiencia comprando y vendiendo genes humanos al por mayor y al por menor, la calidad que se priorizaba no era la esencia de su trabajo, sino que la sustancia primera era el diseño, el concepto abstracto de su propia época, ya que sí hubiera nacido en otra época, su concepto de belleza, y su concepto de calidad ligado a la hermosura, habrían sido distintos a la hora de sus compra ventas.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.


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