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jueves, 22 de agosto de 2013

El amante del videojuego.

Ella tenía tan sólo 15 años cuando se enamoró. Era una chica rebelde, le gustaba la ropa gótica y los videojuegos de rol mezclados con acción. 
Un día comenzó a jugar con un videojuego que la sorprendió. Al principio era un entretenimiento más en su vida, pero poco a poco fue viviendo de un modo más y más intenso aquel mundo virtual. Empezó a enamorar sin saber cómo de su personaje. Un guerrero que era el protagonista de su juego, ella lo había creado con las características físicas que el resultaban más atractivas y con el cumplimiento de las misiones que iba solucionando había generado sus características anímicas, su personalidad y conducta.
Pasaron los días, las semanas y los meses, cada día acudía a ver a su amado. Sin darse cuenta, comenzó a hablar con su enamorado y le decía: <<Hola mi amor, hoy vamos a vivir una nueva aventura.>> y así lo iba dirigiendo por el mundo virtual entero. 
Llegó el día en que estaba jugando y hablando con su amado, ese que tan sólo lo separaba la distancia de la pantalla, el tacto, el olor y los besos deseados; cuando de repente, su amado, le sonrió. Aquel día, ella no se lo creía, y pensaba: <<Será una nueva opción del juego que yo no conocía>>. Otro día, que ella abatida de ánimo se sentía, por falta de besos, caricias y ternura amorosa; ella decidió apagar el juego y justo cuando iba a apagarlo algo sucedió, su amado le habló y le dijo: <<cariño, dulce cielo, no apagues el juego, conduceme hasta aquella puerta del juego y en breve yo en mis brazos te daré consuelo>>. Ella no daba crédito a la que escuchaba, sería aquella una alucinación; pero aún así decidió acercarlo a la puerta que su amado le indicaba. Cuando el amado atravesó la puerta virtual, apareció en la habitación en la que ella estaba, ella muy sonrojada por su juventud, no sabía que decir, no sabía como actuar y no sabía que pensar. 
Luego su amado se acercó y le dijo: <<No digas nada, tú amor era lo que me faltaba y por esa razón he podido saltar la distancia de la frontera de la nada, para poder quererte, mi amada>>. Minutos después la cogió en sus brazos, la reclinó levemente y le dió su primer beso, un beso suave, tierno, inexperto y dulce como sí la acariciara el susurro del viento.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



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