Buscar este blog

martes, 20 de agosto de 2013

La placentera vida de un ser vulgar.

Después de haber permanecido largo tiempo oculto, de haber cesado toda actividad y/o contacto humano, finalmente lo había conseguido: había logrado ese sueño que todo el mundo sueña, pero que muy pocos elegidos pueden alcanzar: la no fama, o anonimato.
   Era algo fantástico: Podía caminar por las calles sin que nadie le reconociese; Podía ir a un bar o a un restaurante, sentarse tranquilamente y tomar una cerveza o una comida sin que nadie le reconociese ni le molestase; Podía viajar en tren o en autobús sin sentirse observado; Podía acudir a un cine o al teatro sin que nadie le señalase.
   Ahora quizás podría conocer a alguna mujer que se interesase únicamente por él mismo, por su persona, y que dicha mujer no se sintiese deslumbrada, abrumada, o intimidada; O que por el contrario, no se mostrase solícita y siempre dispuesta, o en una palabra: Fácil. Estaba harto de eso. Ya no habría nunca 12 mil mensajes para felicitarle por su cumpleaños, y el teléfono saturado; No más periodistas o fotógrafos acechando, o eso creía.
    Una reportera de televisión le asaltó micrófono en mano, no se lo esperaba y le pilló desprevenido. La chica, hablando a la cámara anunció: "Tenemos ante nosotros a un hombre que ha sido capaz de lograr el anonimato mundial" -y plantando el micrófono junto a su boca añadió: "Díganos: ¿Como se siente al ser un personaje mundialmente anónimo?
   Con rápidos reflejos, se cubrió el rostro con las manos y se lanzó a correr calle abajo. Luego entró en un bar y nadie le reconoció: Estaba a salvo.

Autor: D. José María Martín Rengel.


No hay comentarios:

Publicar un comentario