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lunes, 19 de agosto de 2013

Intuición.

Sabía que algo no iba bien, pero entre las prisas, y el montón de cosas que tengo en la cabeza, no me dí cuenta antes. Ahora me hallaba sobre el Cantábrico, a más de 15 millas de la costa, y en mi cabeza se encendió una alarma: la presión hidráulica se había venido abajo, y el motor iba fallar de un momento a otro.
   Me había imaginado muchas veces la posibilidad de que un día ocurriese algo así, lo que nunca imaginé es que me lo tomaría con tanta naturalidad; Nada de terror, nada de dispararse las pulsaciones, y mucho menos enloquecer o paralizarme por el miedo. Con mucha calma, intenté perder altura, y en eso estaba cuando el motor se paró. Mi única posibilidad era intentar planear sobre la superficie, intentar que el contacto con el mar fuera lo menos brusco posible, y por último, si eso salía bien y terminaba entero, abandonar rápidamente la avioneta.
   Caía. Me las compuse para enviar un sos y activar la radiobaliza; presentía que me iba a dar el morrazo, pero milagrosamente logré no caer en picado, y aún así, el choque fué bastante brusco y se hundió el morro. Lo que ocurrió después está algo confuso en mi mente, aunque vagamente recuerdo que la avioneta se hundía, y yo lo observaba embutido en mi chaleco salvavidas. 
   Cuando me rescataron casi 3 horas después, mi voz, como un autómata empezó así: Sabía que algo no iba bien, pero entre las prisas y, el montón de cosas que tengo en la cabeza...

Autor: D. José María Martín Rengel.


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