La madre de Antoni dirigía con mano firme la empresa que ella misma había engrandecido; Heredó un pequeño taller mecánico y lo convirtió en una empresa con cientos de encargos, y con dos filiales. Había hecho una fortuna y por eso no veía con buenos ojos la relación del menor de sus hijos, con la hija de una empleada.
Antoni y Georgina no tuvieron más remedio que seguir viéndose a escondidas, pero de una forma u otra, la señora lo supo y decidió poner fin a aquello: Antoni iría a estudiar a Estados Unidos, y no le quedaría más remedio que hacerlo.
Sólo, y en un país lejano, Antoni terminó por aplicarse en sus estudios, al mismo tiempo que inició una relación con una chica norteamericana. Como era yanqui y de buena familia, la señora vió con buenos ojos la relación, y no tuvo inconveniente en trasladarse -dos años después- hasta los mismísimos USA para asistir al enlace.
Terminada la carrera, Antoni y su esposa establecieron su residencia en España, y pronto tuvieron dos niños. Toni empezó a trabajar en la empresa familiar y en uno de sus desplazamientos la vió: Era Georgina. Recordó cómo habían dejado de verse sin siquiera poder despedirse, recordó sus incumplidas promesas, sus paseos, y sus besos a escondidas ¿Se habría casado también?
Decidió encontrarse con ella y finalmente lo logró no sin esfuerzo. Se citaron en un café y empezaron a hablar. Ella, muy seria al principio, manteniendo las distancias y aparentando frialdad, terminó por sonreír El mismo destino cruel que los separó, los había vuelto a reunir mucho después para tomar un café. Durante el mismo, habían intercambiado sus teléfonos, sus miradas se habían encontrado, y sintieron que no estaban empezando nada nuevo, sino retomando algo que había sido aplazado bruscamente.
Autor: D. José María Martín Rengel.
Antoni y Georgina no tuvieron más remedio que seguir viéndose a escondidas, pero de una forma u otra, la señora lo supo y decidió poner fin a aquello: Antoni iría a estudiar a Estados Unidos, y no le quedaría más remedio que hacerlo.
Sólo, y en un país lejano, Antoni terminó por aplicarse en sus estudios, al mismo tiempo que inició una relación con una chica norteamericana. Como era yanqui y de buena familia, la señora vió con buenos ojos la relación, y no tuvo inconveniente en trasladarse -dos años después- hasta los mismísimos USA para asistir al enlace.
Terminada la carrera, Antoni y su esposa establecieron su residencia en España, y pronto tuvieron dos niños. Toni empezó a trabajar en la empresa familiar y en uno de sus desplazamientos la vió: Era Georgina. Recordó cómo habían dejado de verse sin siquiera poder despedirse, recordó sus incumplidas promesas, sus paseos, y sus besos a escondidas ¿Se habría casado también?
Decidió encontrarse con ella y finalmente lo logró no sin esfuerzo. Se citaron en un café y empezaron a hablar. Ella, muy seria al principio, manteniendo las distancias y aparentando frialdad, terminó por sonreír El mismo destino cruel que los separó, los había vuelto a reunir mucho después para tomar un café. Durante el mismo, habían intercambiado sus teléfonos, sus miradas se habían encontrado, y sintieron que no estaban empezando nada nuevo, sino retomando algo que había sido aplazado bruscamente.
Autor: D. José María Martín Rengel.
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