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viernes, 16 de agosto de 2013

Ingeniero eléctrico.

La segunda vez que la policía vino a mi domicilio para interrogarme, no las tuve todas conmigo. La primera ocasión fué poco después de que apareciese un cadáver junto a mi puerta, al parecer, un testigo de Jehová. Sin signos de violencia, todo tenía la apariencia de una muerte natural, por tanto me hicieron las preguntas habituales en esos casos, y después se fueron.
   Ahora volvían con novedades, pues según el forense, la muerte se debió a una fuerte descarga eléctrica. Un técnico electricista acompañaba a los agentes: Querían revisar el escenario. Yo enseguida les puse cara de disgusto ¿Y yo que tengo que ver con eso? Les conté que a mi casa solían venir muchas veces, y nunca antes le había ocurrido nada a ninguno. Además, yo soy ingeniero eléctrico y sé como funciona mi timbre (yo lo diseñé, aunque ésto último preferí omitirlo) y funciona correctamente.
   Algo más de una hora después, el técnico dijo que no había razones para pensar en algún tipo de manipulación malintencionada por mi parte !Faltaría mas! -añadí fingiendo indignación-. Después me pidieron amablemente permiso para inspeccionar mi vivienda, y yo se lo concedí, pero a modo de broma exclamé: Yo a los testigos de Jehová los mato en la calle, pero nunca en el interior de mi humilde morada.
   Tras echar un vistazo por toda la casa, se fueron. Creí percibir algo de suspicacia en sus modos, sobre todo, cuando dijeron que posiblemente se verían obligados a regresar.
    Yo los despedí sonriente desde mi puerta. Recordé que en el garaje aún se hallaba el amplificador de intensidad direccional, pero para cuando regresasen, si es que lo hacían, dicho artefacto ya no se hallaría en mi garaje. 

Autor: D. José María Martín Rengel.


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