El sacerdote budista se encontraba meditando bajo un árbol que estaba ubicado en una llanura desierta de Nepal. Sólo con su circunloquio, repetía de manera compulsiva sus cantos diarios. Cuando se quiso dar cuenta rompió a llorar y que cosa más extraña, ¿verdad?. No era la felicidad lo que lo invadía era un visión la que lo corrompía. Veía como dentro de cada lágrima que derramaba, un Universo y un Mundo se deshacía, se descomponía.
En una de esas lágrimas, transparente y cristalina observaba como sí de una bola de cristal se tratara, como muchos cristianos eran asesinados y nadie les ayudaba, en partes Asía y África, por su sola creencia sotérica.
En otra de esas lágrimas derramadas miraba a los muchos musulmanes que entre ellos se mataban siguiendo preceptos opuestos de su propio código ético.
Y en la última de sus lágrimas contemplaba como un tren en Sao Paulo descarrilaba. Pero como un bebe se salvaba por la lágrima derramada.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
En una de esas lágrimas, transparente y cristalina observaba como sí de una bola de cristal se tratara, como muchos cristianos eran asesinados y nadie les ayudaba, en partes Asía y África, por su sola creencia sotérica.
En otra de esas lágrimas derramadas miraba a los muchos musulmanes que entre ellos se mataban siguiendo preceptos opuestos de su propio código ético.
Y en la última de sus lágrimas contemplaba como un tren en Sao Paulo descarrilaba. Pero como un bebe se salvaba por la lágrima derramada.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
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