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sábado, 31 de agosto de 2013

Funambulista.

Había llegado al país hacía pocos días; todavía estaría dos semanas más en Minks. Lo habían contratado para atravesar en su espectáculo el río Nyamiha. 
Estando en su hotel pensaba: <<La vida es como el alambre de espinos tensado bajo mis píes, a una altura de 100 píes. Es una línea horizontal elevada sobre la vertical, segura y estable. Cuando se empieza ya no hay marcha atrás, cada paso es hacia adelante, un nueva decisión que nos conduce a nuestro destino. La vida y en paralelo la muerte, con dos posibles salidas, sí se llega al final el éxito o el reconocimiento, además de otra nueva oportunidad de empezar; sí se cae, el abismo y el olvido. A lo largo de la vida, la búsqueda del equilibrio, del punto de encuentro, entre lo bueno que pesa a un lado de la barra y lo malo al otro lado; entre lo colectivo y el individuo, la búsqueda del punto exacto; entre lo heredado y lo aprendido; entre el egoísmo y el altruismo; entre el cuerpo y la mente,.... Unos empiezan y llegan al final; otros empiezan y tropiezan antes de llegar cayendo en el precipicio por su desequilibrio; otras personas cayendo a la mitad, se vuelven a levantar, sin llegar a precipitarse al abismo, para volverse a incorporar; y los que más, acaban sin empezar a caminar, por su sin sentido, por su escepticismo, por su inseguridad en que exista la posibilidad. Pero la vida no es un sólo funambulista que atraviesa el abismo, como la Tierra que está suspendida en el inmenso Cosmos y que pasado millones de años no existirá, existió en un pasado, hoy nuestro presente, sino que somos millones de funambulistas, todos en paralelo, atravesando los alambres de espino suspendidos sobre el precipicio de la muerte en cada elegante presente>>.

Autor: D. Jesús Castro Fernández. 



jueves, 29 de agosto de 2013

Donde hubo fuego....

La madre de Antoni dirigía con mano firme la empresa que ella misma había engrandecido; Heredó un pequeño taller mecánico y lo convirtió en una empresa con cientos de encargos, y con dos filiales. Había hecho una fortuna y por eso no veía con buenos ojos la relación del menor de sus hijos, con la hija de una empleada.
   Antoni y Georgina no tuvieron más remedio que seguir viéndose a escondidas, pero de una forma u otra, la señora lo supo y decidió poner fin a aquello: Antoni iría a estudiar a Estados Unidos, y no le quedaría más remedio que hacerlo.
   Sólo, y en un país lejano, Antoni terminó por aplicarse en sus estudios, al mismo tiempo que inició una relación con una chica norteamericana. Como era yanqui y de buena familia, la señora vió con buenos ojos la relación, y no tuvo inconveniente en trasladarse -dos años después- hasta los mismísimos USA para asistir al enlace.
   Terminada la carrera, Antoni y su esposa establecieron su residencia en España, y pronto tuvieron dos niños. Toni empezó a trabajar en la empresa familiar y en uno de sus desplazamientos la vió: Era Georgina. Recordó cómo habían dejado de verse sin siquiera poder despedirse, recordó sus incumplidas promesas, sus paseos, y sus besos a escondidas ¿Se habría casado también?
   Decidió encontrarse con ella y finalmente lo logró no sin esfuerzo. Se citaron en un café y empezaron a hablar. Ella, muy seria al principio, manteniendo las distancias y aparentando frialdad, terminó por sonreír  El mismo destino cruel que los separó, los había vuelto a reunir mucho después para tomar un café. Durante el mismo, habían intercambiado sus teléfonos, sus miradas se habían encontrado, y sintieron que no estaban empezando nada nuevo, sino retomando algo que había sido aplazado bruscamente. 

Autor: D. José María Martín Rengel.


Buscando a Pablo.

Creo que fué por error cuando recibí el primer e-mail de Pablo, por tanto el segundo fué de disculpa. Aquel hombre escribía con una naturalidad asombrosa y así nos hicimos amigos. Invariablemente me escribía casi cada día, y yo contestaba casi de inmediato. Me habló de su vida pasada, de su incertidumbre actual, de su fracaso sentimental, y de su afición a escribir.
   Prontamente empecé a animarle a que escribiera su novela, asegurandole con sinceridad que tenía talento para ello, que a mi me encantaba su estilo claro e incisivo, a veces poético y otras veces sarcástico, pero él decía que no estaba seguro de poder esforzarse para un trabajo tan incierto.
   Nuestra correspondencia continuó unos meses, aunque yo notaba su esfuerzo por disimular cada vez más su situación económica; Es curioso el hecho de que las cosas que no se dicen, las cosas de las que no se habla, acaban por tener entidad y significado.
   Finalmente dejaron de llegar sus simpáticos e-mails. Simplemente desapareció, aunque mucho más tarde supe que se hallaba literalmente en la calle. Yo por mi parte, fuí a ver a una amiga editora, le mostré los e-mails y se le ocurrió la idea de editarlos en forma de libro. Yo pasaría por ser  la autora, aunque ambas sabíamos que mi labor sólo fué recopiladora.
   No sé porqué, pero no me sorprendió el éxito del libro. De repente yo era una joven escritora con un libro que se vendía y no dejaba de reeditarse; me ví dando entrevistas a prensa y radio  y mi cuenta corriente triplicó sus dígitos.
   Un día que yo estaba firmando ejemplares, se me acercó un hombre: Soy Pablo -me dijo-. Para mi fué un shock, allí estaba el hombre que había escrito mi libro, vestido como un pordiosero, desaseado y hambriento. Le abracé y le hice sentarse, le pedí que esperase a que terminara con aquello y que después, juntos iríamos a comer, a conversar... necesitaba explicarle.
    Durante unos 15 minutos, permaneció sentado, casi desapercibido, y sonriéndome cada vez que yo le dirigía la mirada, pero en una de las ocasiones en que miré hacia donde él se hallaba sentado, ví la silla vacía: había volado.
    Escribo ésto por si alguien sabe quien es, o cómo localizarlo: Necesito hablar con él, y que todo el mundo sepa que no fuí yo quien escribió ese libro: Que yo sólo me limité a juntar todas sus cartas en un único volumen, y que además...Le amo.

Autor: D. José María Martín Rengel.


La profesional del silencio.

Era el año de 1992 cuando tras una terrible desgracia, en la ruina se quedó. Ella vivía en Bruselas, una mujer morena, de tez blanca, muda, aunque un poco ingenua. Había pensado que siempre le iría bien y que la vida nunca le daría un revés. Pero no fue así. Cayo en la ruina y acabó en la calle, sola, triste y agobiada. 
Cierto día, amaneció y con la fuerza de una leona se decidió, diciéndose: <<Se acabó, restituiré toda mi vida y nunca más me veré en la ruina>>. Con ese pensamiento, pensó que lo primero que debía hacer era buscar un lugar donde dormir todas las noches, ya que se había quedado en la calle sin un hogar donde dormir, ni una familia o una pareja a la que acudir. De ese modo se fue a la biblioteca municipal y mediante Internet miró todos los albergues para personas sin hogar donde podría acudir. Después, acudió a todos y le dijeron que podía permanecer en cada uno una noche, porque había más personas que lo requerían. Ella muy astuta, pensó, gracias a Dios, hay en esta ciudad 7 albergues para personas sin hogar y puedo reservar una noche en cada lugar. Y así se hizo de una cama con sabanas limpias y una ducha diaria. 
Días más tarde repitió la operación para buscarse la manutención y se dijo: <<Voy a intentar buscar un comedor social donde pueda tomar el almuerzo durante la semana>>. Y así lo hizo, buscó todos los comedores sociales, eran tres, en cada uno de ellos le ofrecían una comida, por lo que ella, cada día, acudía por la mañana a uno para desayunar, a medio día a otro para almorzar y por la noche al tercero para cenar. 
Comprendió, que no podría estar así toda la vida y pasadas algunas semanas, pensó en buscar un hogar y en formase para ser una profesional. Con esa nueva ilusión, buscó por Internet los pueblos abandonados de España, donde pudiera ocupar una casa abandonada y en un futuro, arreglarla, arrendarla o comprarla. Miró también la posibilidad de los pueblos de la provincia que tuvieran grutas o cuevas abandonadas que hubieran sido usadas como viviendas en épocas pasadas. Y localizó diversas, podía ser otra opción, mientras se iba a alguna aldea abandonada. También observó, qué urbanizaciones y casas abandonadas estaban deshabitadas en la ciudad y que pudiera ocupar sin molestar, hasta mejorar su situación laboral. Y halló muchas. 
Cuando revisó el tema de su futuro hogar temporal, tomó la determinación de estudiar todos los días en la biblioteca municipal para poder llegar a ser una gran profesional. Por lo que comenzó por estudiar lo que le gustaba, ya que teniendo el bachillerato, eso no le aseguraba nada. Como le gustaban las plantas y los árboles, decidió estudiar cinco horas diarias por la mañana botánica y jardinería, leyendo y memorizando de forma autodidacta todos los manuales, estudios especializados y obras de esa labranza. Por las tardes, se propuso hacer prácticas, por lo que recorría todos los parques y jardines de la ciudad, para adquirir el conocimiento de todos los árboles y las plantas. Se paraba en época de poda a observar y conversaba, mediante el lenguaje de signos, con los operarios, sobre los detalles de su profesión artesanal. 
Así, pasaron dos años y llegó a ser una gran profesional técnica en conocimientos de todo tipo de plantas, desde las peligrosas hasta la médicas, pasando por las odoríferas y las ornamentales, hasta los árboles de todos los lugares. 
Un día, paseando por uno de los parques, aunque un poco harapienta, conoció a un hombre, el cuál, le preguntó por su situación laboral, ya que habían comenzado a hablar mediante signos, de plantas y él era una fitobotátnico apasionado de las mismas. Ella le contó su situación y él, le dió una oportunidad, le dijo que si le gustaría trabajar en un jardín botánico, de mantenimiento, para un particular. 
Ella no dando crédito a lo que oía, le dijo que sí quería y, de ese modo, comenzó a trabajar al otro día. Cuando cobró su primer sueldo se alquiló una casa y empezó a rehacer su vida perdida. Tiempo después, conoció a un chico con el que se casó y pasados los años, llegó a ser la botánica más importante de la ciudad, llegando a ocupar, el puesto de la dirección general de parques y jardines de aquel lugar.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



El escritor de los presos.

Había entrado en prisión durante el año de 1975, en Alcalá Meco, por el mayor error de su vida, un delito de sangre.   Tenía tan sólo 18 años cuando ingresó. Por aquel entonces no sabía ni leer ni escribir, pero como le habían caído 50 años de prisión, un día decidió aprender a leer y a escribir. Así, le pidió a un preso político, que le enseñara a leer y éste le enseñó. También le rogó a un funcionario de prisiones, con el que a lo largo del tiempo, había tomado confianza, le enseñara a escribir. 
Con el paso de los años aprendió a leer y a escribir; se aficionó a la lectura y la escritura tanto que todos los días leía y escribía sobre algún asunto de la vida diaria. Desde que empezó a leer, comenzó a leer todas las grandes obras de los pensadores clásicos griegos y latinos. Después, dió paso a su lectura diaria en la biblioteca de la prisión, de las grandes obras de la literatura española y sus escritores. Posteriormente, continuó leyendo todas las obras universales de la literatura universal: literatura inglesa, francesa, alemana, rusa, americana, árabe, hebrea,.... Y transcurridos los años, optó por leer a todos grandes autores y todas las grandes autoras de las diferentes naciones de cada uno de los continentes.
Cuando no encontraba algún libro o alguna obra que deseaba leer, la solicitaba en la biblioteca de la prisión, los cuales viendo su afición y su buena disposición, siempre se la conseguían. 
Había pasado, ya una década en la prisión, cuando un día tomó la decisión de obtener una titulación de superior algún día. Así, inició su camino en los estudios primarios a distancia, que la institución le facilitaba, y consiguió el graduado, años después el bachillerato y posteriormente hizo la carrera de abogado. Se preparó durante años las oposiciones de magistrado y obtuvo la plaza. A pesar de no poder ejercer, porque su condena aún era larga. 
Ya habían pasado 20 años desde el día que ingresó en la prisión. Pero Rafael, aún no estaba satisfecho con su vida. A pesar de haber conseguido y haber tenido éxito en todo lo que se había propuesto. Y de ese modo, quiso seguir estudiando otras carreras, ya que le mantenían la mente despierta y lo evadían de su rutina penitenciaria. No le valía sólo ser juez y tener una plaza en el tribunal Superior de Justicia, sino que estudió durante otros 5 años, la carrera de psiquiatría. Cuando acabó, le dedicó otros 5 años a obtener la licenciatura de una doble carrera, Física-Matemática y no encontrándose feliz, estudió otra carrera más, la cuál también consiguió sacar, la carrera de Filosofía. 
Todavía le restaban 15 años de prisión, y su formación había alcanzado límites nunca imaginados, por lo que un día se planteó, aprender idiomas, complementando su conocimiento con el dominio de 7 idiomas. Ya cuando tenía un conocimiento adquirido y dominio técnico tan grande, pensó en que prácticamente, no había hecho nada en su vida por los demás, y que quizás fuera el momento de empezar, ya con su edad; nunca había cogido ningún permiso penitenciario, con lo que en realidad le quedaban menos años, para poder regresar a la sociedad, había trabajado en prisión todos los días durante esos años, con lo cuál tenía acumulado un gran cantidad de paro y de cotización; pero aún así, todo había sido vano, se sentía desilusionado. 
Al final, se dijo: <<Voy a crear un partido político en prisión de todos los presos de la nación, que se presente a las elecciones cada cuatro años>>. De ese modo, escribió y escribió documento político, construyó la organización, la desarrolló y la llevó a lo más alto, consiguiendo un gran apoyo por todo el Estado. Pero quedando ya pocos años, para que saliera de prisión, pensó, que aún podía hacer algo más, escribir un libro sobre las presos de la prisión. El libro lo llamó: "Encrucijada de la vida y obra de los presos de Alcalá Meco", en ella se narraba la biografía de más de 900 presos, a los cuales los había entrevistado, y de los cuales había cada noche redactado lo que le habían contado. 
Cuando cumplió su condena, ya tenia 60 años. Salió y se reintegró en la sociedad, desapareciendo, sin que nunca nadie supiera nada más.
En el año 2010 un hombre encontró una edición del libro que había escrito en un cajón de su casa, comenzó a leer todas las biografías y entre las 900 biografías estaba la que hoy leía, la de aquel escritor de los presos, que desapareció un día.

Autor. D. Jesús Castro Fernández.



Cementerio del tiempo.

En la ciudad de Bakú, desde el cementerio de los Mártires, ella pensaba en el último libro que había leído. El libro fue editado en el año 2005, hacía dos años y eso le conducía a pensar en lo que contaba el libro sobre el tiempo.
<<Tanto vivos, como muertos, cuenta el tiempo>>, se decía para sus adentros. Ella reflexionaba sobre las diferentes posturas y explicaciones que existían en cuanto a ésto. Se decía: <<Para los psicólogos el tiempo es creado por una parte del cerebro que capta el movimiento; para los antropólogos es un aprendizaje de pautas, normas y costumbres tipificadas con el hábito social, de ese modo existiría el tiempo cultural: el tiempo de las civilizaciones agrarias y el tiempo de la era industrial; para los físicos y matemáticos el tiempo es una medida o unidad básica del entorno; pero además, para los biólogos, el tiempo es el desarrollo y la decrepitud de las células internas del cuerpo, que establecerían los "bioritmos" como efecto>>.
Ella, de pelo castaño, alta, delgada con mucho genio, ataviada a la manera azerbaíana, de profesión, ama de casa , en aquel cementerio pensaba: <<Todo ésto, o es un maravilloso sueño o es hermoso cuento>>.  

Autor: D. Jesús Castro Fernández.


La máquina de escribir.

Corría la década de los años 80 en Viena, en aquel mes de mayo, junto a las orillas del Danubio, se hallaba un hombre con barba negra, pelo largo y regordete. Su profesión era la de escritor y se encontraba en ese sitio buscando la inspiración. De mente intrépida, de observación aguda y crítico redomado, Lisandro, que así se llamaba, contemplaba el río. 
Lisandro pensaba en cómo había cambiado la complexión de aquella hermosa ciudad en las últimas décadas, antes llena de prosperidad industrial y en ese momento en plena decadencia. Los barrios industriales habían ido desapareciendo paulatinamente, la población se había ido trasladando y la ciudad había perdido la vida, quedando un rastro detestable de desolación en los barrios de mayor esplendor en el pasado.
Tras una larga reflexión, pasaron unas horas y regresó a su hogar. Se sentó frente a su máquina de escribir en su escritorio. Probó las teclas: <<tap, tap, tap,...>> y revisó la tinta, la cuál le manchó los dedos de las manos. Poco después, se puso a redactar su novela: "Vida y muerte en una ciudad".  

Autor: D. Jesús Castro Fernández. 



miércoles, 28 de agosto de 2013

En la calle comercial.

Una noche del año 1895 se encontraron en el Teatro Puppet de Ereván, aún eran preadolescentes, desde ese día nunca olvidaron sus rostros. Muchos años después coincidieron en una calle comercial, el bullicio de la multitud era la vida diaria de la calle, donde todos acudían a realizar sus compras. 
La calle tenía un cruce que formaba una cruz, aquella tarde un gran grupo de personas se hallaban en el cruce: unos iban, otros venían, una pareja salía de la calle aledaña, un hombre atravesaba en horizontal la calle, otra chica paseaba mirando que calle buscaba,.... 
Cuando de pronto, apareció entre la multitud ella, con su teléfono móvil en la mano. Venía conversando y pasó por su lado, pero no se percató de quién era. Él la reconoció y la siguió para alcanzarla. Cuando se encontraba a su altura hizo el amago de llamar su atención. Ella entonces lo reconoció y una sonrisa todo su rostro iluminó. Pensó: <<Años llevaba esperando esta ocasión y por fin el momento llegó>>. 
Ella colgó el teléfono, se aproximó a él y le dijo: <<Cuanto tiempo, creía que nunca más te vería>>. Y él sin razón, abrazándola, un beso en los labios le dió. Ella lo comprendió y se dejó arrastrar por aquella pasión, que años atrás había surgido entre los dos.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.


El ángel y el ladrón.

Un día, un ángel que caminaba por una calle de Berlín en aquel otoño de 1989 se encontró a un hombre y le dijo: <<Te quiero contar una historia de ficción, ¿te gustaría oírla?>>. A lo que Ovidio respondió: <<Como no>>. Entonces el ángel comenzó a narrar de éste modo:
<<Erase una vez un ladrón que huía de la policía, porque un robo había cometido ese día. Éste ladrón tras cometer el robo huyó hasta la Puerta de Brandeburgo, donde se refugió en la oscuridad de la noche. Aquella misma noche, los coches de policía pasaron muy próximo a él, pero no lo reconocieron y pasaron de largo. Pero un ángel que lo vió se paró sobre él y bajó. Entonces el ángel le dijo que sí estaba arrepentido de haber robado, ¿por qué no regresaba lo hurtado? El ladrón cargado por su remordimiento, le indicó que entonces iría a la cárcel y que no quería ir a la prisión. El ángel le dijo en es instante, la policía pasó varias veces junto a tí y no te reconoció gracias a Dios que me ordenó que pasaras desapercibido porque estabas arrepentido. Que sí regresabas lo sustraído, el delito equivaldría a como sí nunca lo hubieras cometido. 
Él ladrón después haber escuchado al ángel se fue y regresó lo que había robado, sin que nadie se hubiese percatado; más tarde como el ángel le había anunciado, marchó sin remordimientos y sin que nadie lo hubiera en su fuga molestado>>.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.


domingo, 25 de agosto de 2013

Mercado funerario.

Durante aquel año de 1990, Elsa estaba residiendo en la ciudad de Andorra la Vieja. Aquel sábado del mes de abril había quedado con su amiga Marta para ir al Parque Central. 
Elsa era una chica morena, alta y misteriosa que se dedicaba a los negocios. Marta, sin embargo era una mujer bella, simpática, aunque algo mal hablada. Marta era una profesional de la finanzas. 
Cuando se encontraron las dos muchachas iban vestidas con ropas deportivas, hacía muy buen día, y salir a correr para conversar en compañía se apetecía. Estuvieron corriendo durante largo rato y en su conversación el dinero de un gran negocio se blandía. Así Marta le dijo a Elsa: <<Entonces hecho, yo invierto en el negocio de los muertos y tú te encargas la gestión de los hospitales y los tanatorios>>. A lo que le respondió Elsa: <<Creo que veo tú intención, conseguir que suba el valor del mercado funerario, con el beneplácito de algún Estado>>.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.




La espera.

Corría el año 2000, en la ciudad de Tirana. Habían quedado en verse en el Bulevar Zhan D`Ark. Ella era de mediana estatura, con cabello castaño, con ojos marrones, labios carnosos y un cuerpo escultórico. Él era de alto, de ojos azules, complexión deportiva y con el cabello corto.
Abelia era una chica tímida, generosa, gentil y muy alegre; por su parte John era extrovertido, creativo, cariñoso y muy hablador. 
Eran las 2 de la tarde, a la hora en que habían quedado para almorzar juntos, Abelia estaba impaciente porque John no llegaba. Ella pensaba en que tomarían para almorzar: unos suculentos entremeses, un sabroso primer plato de carne, un delicioso segundo plato de pescado y un dulce postre, acompañado todo de una buena botella de vino, además del pan. 
Pasados unos instantes John llegó con una sonrisa de oreja a oreja, a donde lo esperaba Abelia.  Ella con la cara un poco seria, pero contenta de que hubiera aparecido, le plantó un beso en los labios y le preguntó: <<¿por qué te retrasaste? y ¿por qué tienes esa sonrisa en los labios?>>. Él le respondió muy alegre: <<Porque hoy me sonrió dos veces la suerte, la primera vez al verte, ya que pensé que tras nuestra última discusión no aceptarías mi invitación y la segunda, porque cuando venía hacia aquí, recibí una llamada telefónica para decirme que me dieron el puesto de trabajo y que ya puedo incorporarme al tajo>>.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



viernes, 23 de agosto de 2013

Feromonas.

Aniceto está arando el terruño con el buey bajo un sol abrasante, se libró de la mili por corto de talla, pero por lo demás, parece perfectamente dotado. Ingrid, sueca de treinta dos años y concejala de vacaciones en Andalucía, circula por una carretera de tierra que no le parece que coincida con la nacional que señala el mapa. Cuando vé al joven agricultor, detiene el vehículo para solicitar su ayuda.
  Aniceto se inclina sobre el mapa y no sabe que decir, pues nunca ha salido del pueblo y nunca ha visto un mapa. Sus ropas empapadas en sudor, emanan un tufo fuerte y consistente que da de lleno en la nariz de la sueca.
   Antes de que caiga el sol, han echado tres, los dos primeros sin sacar, y ahora ambos se dejan acariciar por una ligerísima brisa marina que sopla de poniente.
   De vuelta a Suecia, Ingrid comenta con sus amigas lo bonita que es España, lo morena que se ha puesto, y lo bien que se lo ha pasado. El año que viene volverá.

Autor: D. José María Martín Rengel.


Club de perdedores.

Era una mañana de invierno, salí del trabajo a las 6 de la mañana y, en lugar de dirigirme a mi casa en donde no me esperaba nadie, me metí en un bar de esos que abren muy temprano. Un par de barrenderos apuraban su café antes de iniciar su jornada, y un señor de unos 50 años vaciaba alegremente su copa de coñac y pedía otra. Lo de alegremente lo digo por la rapidez y el ademán, pues su cara no mostraba alegría alguna, y el hecho de beber coñac a tan tempranas horas, y a ese ritmo, me pareció significativo.
   Se me acercó el dueño del establecimiento y le pedí una copa de anís  pues hacía demasiado frió para tomar cerveza; sin mediar palabra, y con gesto serio me sirvió la copa. La atmósfera del local era algo lúgubre  a las paredes les faltaba una mano de pintura, la barra -de madera- estaba salpicada de manchas de quemaduras de cigarrillos, el mobiliario era antiguo, y en general, daba la sensación de que todo el conjunto había conocido tiempos mejores, incluidos clientes y propietario.
   Una vieja canción dice que la soledad es una bebida muy triste para estar bebiéndola sólo, pero esa fué la impresión que me dió mi compañero de barra; para él aquella copa de coñac parecía el centro de su propia galaxia.  De forma totalmente gratuita, mi imaginación elaboró un pasado doloroso para el tipo que aferraba su copa con ambas manos: Soledad, fracaso, resignación...Luego pedí otra copa, y empecé a sentir simpatía por aquel pobre diablo.
    A través del cristal de la puerta, el cielo oscuro del invierno, moroso con la madrugada, ralentizaba el amanecer. La ciudad dormía inocente, y olvidada de sus oscuros y tristes habitantes. Antes de una hora, empezaría el bullicio de un nuevo día, el trasiego de gentes por las calles, los vehículos...Pero eso sería más tarde
    El propietario dibujaba lo que me  pareció un bellísimo poema, mientras le servía otro coñac al tipo que estaba a mi lado, y creí notar cierta complicidad entre ellos; Entonces yo pedí otra copa y el dueño me sonrió: Se me aceptaba en el club.    

Autor: D. José María Martín Rengel.


jueves, 22 de agosto de 2013

La merienda de Sisifó.

La historia nos dice que Sisifó estaba condenado por la eternidad, a empujar una gran piedra ladera arriba por la montaña. Así era en realidad, y Sisifó no tenía ningún problema en empujar una y otra vez la piedra montaña arriba; si la piedra se le escapaba y rodaba hacia abajo, Sisifó bajaba hasta donde se había detenido la piedra y volvía a empujarla hacia arriba; Sabía que tarde o temprano lograría llegar a lo mas alto de la montaña y dejar situada la piedra en la cima.
   A media tarde, y tras muchos intentos, Sisifó está a punto de alcanzar la cima con su gran roca, tan sólo le faltan unos metros, y ya está. Entonces, desde abajo oye la perentoria voz de su madre que lo llama:
   -Sisifó, baja a merendar córre, que ya tienes la merienda sobre la mesa.
   Entonces, Sisifó deja caer la piedra y obediente, desciende la montaña para merendar. Cuando termíne de merendar -piensa- volveré a empujar la piedra y la situaré en lo mas alto de la cima.
   Sisifó, no sabe que una diosa envidiosa finge la voz de su madre cada vez que éste está a punto de alcanzar la cima con la roca, y así para la eternidad.

Autor: D. José María Martín Rengel.


Houston, tenéis un problema.

NASA. 6-XI-2012. Confidencial. Documento reservado 13659. Alto secreto.

-Asunto: Ensamblaje fallido del sistema overhear.

-Informe del director del proyecto Robert E. Stronghold.

  El ensamblaje del sistema overhear no ha podido ser realizado según lo previsto. Los motivos de éste contratiempo no están claros y sólo serán dilucidados tras la correspondiente investigación; No obstante, resulta del todo evidente que alguien ha cometido un grave error.
Se adjunta extracto de la conversación entre los cosmonáutas del equipo Brave I, y la base de Houston:

-Brave I: Houston, el conducto ES-01 no encaja, solicíto instrucciones.
-Houston: ¿Como que no encaja Mike? ¿Que estás diciendo? 
-Brave I: Pues eso, que no encaja !Joder!
-Houston: Eso es imposible, hemos gastado millones de dolares en diseñar el sistema. Inténtelo de nuevo.
-Brave I: !Mecagúen la puta Houston! Llevamos más de 20 minutos intentándolo y le digo que no entra, no lo podemos meter.
-Houston: !Dios! !Que inútiles! !Que no lo pueden meter! !Empujad fuerte coño!
-Brave I: !A tu madre le voy a empujar!...Le estoy diciendo que no entra ¿Es que no lo entiende?

 Fin del extracto. Copia en audio disponible en archivo 202- TS.

-Documento reservado según el código Num-3. Sólo personal autorizado. 

Autor: D. José María Martín Rengel.


Sobrehumano.

Habían convocado aquella manifestación en el Cairo. Él corría por las calles entre la multitud, unos lanzaban objetos, otros corrían huyendo, otros iban hacia los soldados para presentarles batalla. 
La manifestación era masiva, personas llegadas de todas las partes de Egipto habían acudido y hacían lo que su instinto les indicaba. Él corrió y volvió una esquina, salió a la carretera de la avenida principal e iba diciendo: <<Alá es grande>>. Contempló un carro de combate que venía por ella, después recordó una escena sucedida hace mucho tiempo en China, en la Plaza de Tiananmen y se dijo: <<Yo quiero detener ese tanque con la gracia de Dios>>. 
Y todo sucedió, se aproximó mirando desafiante a aquel tanque y desarmado, levantó las manos, mientras algunos videoaficionados captaban aquella imagen. El tanque, se detuvo, no siguió adelante, pero de un disparo preciso lo atravesó al instante. Cayó ensangrentado en medio de la calle, y toda su vida paso a ser en los telediarios aquel mismo instante. 

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



Disparo certero.

Estaba en aquella habitación, no llevaba allí mucho tiempo. Desde lo alto se veía el combate por gran parte de la ciudad, la guerra de Iraq.
Yo me levanté y cogí mi cámara, decidí acercarme aquella ventana. Pensé que nadie me vería y que podía conseguir una buena noticia para mostrar al mundo esa cobardía, matar a civiles a sangre fría. 
Me acerqué con cautela para intentar conseguir aquellas imágenes, encendí la cámara y me asomé por la ventana del hotel. Pensé que tenía protección por el lugar en alto que me encontraba y por estar toda la prensa allí refugiada. Pero no fue así, lo siento por mis familiares, adiós, porque ahora estoy apunto de morir. 
Cuando me acerqué, vi aquel tanque, a lo lejos, vi como se percató de mi presencia, como me apuntó y como después me disparó. 
Al instante caí, un estruendo fortísimo en la habitación me desplazó y derribó mi cámara, esa que ya no funciona y que ahora está como yo estropeada. Sólo veo ahora un cuarto destrozado, una habitación hecha pedazos, ensangrentada y pena me da, de que sea ésta mi muerte, por una acción injusta y osada.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.


El amante del videojuego.

Ella tenía tan sólo 15 años cuando se enamoró. Era una chica rebelde, le gustaba la ropa gótica y los videojuegos de rol mezclados con acción. 
Un día comenzó a jugar con un videojuego que la sorprendió. Al principio era un entretenimiento más en su vida, pero poco a poco fue viviendo de un modo más y más intenso aquel mundo virtual. Empezó a enamorar sin saber cómo de su personaje. Un guerrero que era el protagonista de su juego, ella lo había creado con las características físicas que el resultaban más atractivas y con el cumplimiento de las misiones que iba solucionando había generado sus características anímicas, su personalidad y conducta.
Pasaron los días, las semanas y los meses, cada día acudía a ver a su amado. Sin darse cuenta, comenzó a hablar con su enamorado y le decía: <<Hola mi amor, hoy vamos a vivir una nueva aventura.>> y así lo iba dirigiendo por el mundo virtual entero. 
Llegó el día en que estaba jugando y hablando con su amado, ese que tan sólo lo separaba la distancia de la pantalla, el tacto, el olor y los besos deseados; cuando de repente, su amado, le sonrió. Aquel día, ella no se lo creía, y pensaba: <<Será una nueva opción del juego que yo no conocía>>. Otro día, que ella abatida de ánimo se sentía, por falta de besos, caricias y ternura amorosa; ella decidió apagar el juego y justo cuando iba a apagarlo algo sucedió, su amado le habló y le dijo: <<cariño, dulce cielo, no apagues el juego, conduceme hasta aquella puerta del juego y en breve yo en mis brazos te daré consuelo>>. Ella no daba crédito a la que escuchaba, sería aquella una alucinación; pero aún así decidió acercarlo a la puerta que su amado le indicaba. Cuando el amado atravesó la puerta virtual, apareció en la habitación en la que ella estaba, ella muy sonrojada por su juventud, no sabía que decir, no sabía como actuar y no sabía que pensar. 
Luego su amado se acercó y le dijo: <<No digas nada, tú amor era lo que me faltaba y por esa razón he podido saltar la distancia de la frontera de la nada, para poder quererte, mi amada>>. Minutos después la cogió en sus brazos, la reclinó levemente y le dió su primer beso, un beso suave, tierno, inexperto y dulce como sí la acariciara el susurro del viento.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



miércoles, 21 de agosto de 2013

La escalera que se tragó a una vieja.

Lo crean o no, lo que les voy a contar ocurrió. Se trata de la historia de una escalera que se tragó a una vieja. Yo conocía aquella escalera, y cuando ocurrieron los hechos, todos los periódicos publicaron la noticia, y hasta hoy nadie ha podido ofrecer una explicación.
   Era una vivienda antigua, de dos plantas, y se hallába en la calle Chavarri, junto a la carretera general. En uno de los pisos de arriba, subiendo por una estrecha escalera de madera, vivía una familia con niños y padre borrachín, y en la otra vivienda, vivía la vieja del gato. El gato siempre estaba arriba, al final de la escalera; entraba y salía cuando quería a través de la gatera situada en la puerta; Era un gato negro de ojos misteriosos. No sé, ni importa, quien vivía en los pisos de la planta baja.
   Una mañana, la vieja salía de casa y se encontró con su vecina en la escalera cuando ésta subía. Se saludaron, intercambiaron las típicas frases habituales entre vecinos, y se despidieron. La vecina terminaba de cerrar la puerta cuando llamó el cartero: preguntaba por la vieja. Oh -dijo la vecina- acaba de salir ahora mismo ¿No se ha cruzado usted con ella? Pues no -dijo el empleado de correos-.
    Bajaron ambos hasta la calle, y no la pudieron hallar. La vieja no volvió a ser vista jamás, y por el barrió corrió el rumor de que la escalera se la había tragado, y es así como se dió la noticia en la prensa. La policía registró la vivienda, interrogó al vecindario y no consiguieron aclarar nada: Nadie la había visto. Se la dió oficialmente por desaparecida, y así hasta hoy.
    Mis amigos y yo estuvimos estudiando la escalera buscando algún misterio, éramos unos muchachos de apenas 12 años, y claro está que no pudimos solucionar el enigma. El gato negro nos miraba con aparente curiosidad desde lo alto de la escalera, como si el supiera lo que había sido de la vieja, pero claro, los gatos no hablan.

Autor: D. José María Martín Rengel.


Un lugar que no existe.

Hacía mas de 20 años que había abandonado la ciudad en la que creció, las circunstancias de su existencia, le habían llevado a viajar y a residir en otras ciudades, pero siempre conservó en su interior, un íntimo e imborrable recuerdo de su barrio; de las calles en las que su infancia correteaba alegre y despreocupada.
   Conforme iban pasando los años, el ardiente deseo de regresar un día, fué perdiendo fuerza pero nunca se apagó del todo. Se acostumbró a otras calles, a otros vecinos, otras amistades, etc. Y pasados más de 20 años, ya sabía que sería difícil encontrar a los viejos amigos, y que aún en el caso de encontrarlos, posiblemente ya no serían los mismos. También sabía que el tiempo no perdona tampoco a la fisionomía de un pueblo, o de un barrio, por tanto, se imaginaba que ya no estarían allí los edificios más antiguos, se imaginaba que habría edificios nuevos, y que aquellos árboles que plantaron en su calle, hoy tendrían gruesos troncos y mayor altura, todo ello era perfectamente posible.
    Estaba preparado para percibir grandes cambios, pero no para la total desaparición: Su barrio no existía ya. No quedaba nada de su casa, ni de las casas vecinas; el trazado de la calle y las aceras eran las mismas, pero en lugar de aquellas viviendas que recordaba con nostalgia de besos juveniles en un oscuro portal, o de risas con la pandilla, ahora lo ocupaban Bancos o negocios.
    Había conservado en su mente un lugar físico, y ahora se encontraba con que ese lugar ya no existía; No pudo ubicar aquellos besos con Amaia; aquellos besos se habían quedado sin escenario, sin sustancia, como si nunca hubiesen tenido lugar.
    Cuando se marchó, no miró hacia atrás;  era como si nunca hubiera regresado. 

Autor: D. José María Martín Rengel.


El relato de la abuela.

La abuela salió al jardín por la mañana y se encontró a sus tres nietos haciendo rabiar al perro. Uno le tiraba de las orejas, otro del rabo y el tercero del pelo como sí fuera una madeja. 
La abuela viendo a sus tres nietos haciendo este tipo de bravuconearías y travesuras al perro, que ya edad de preadolescencia tenían. Les dijo: <<¡Hijos venid aquí!. A ver Moisés, tú siéntate aquí, David, tú allí y Salomón tu ahí. Os quiero contar un relato de hace muchos años>>. Los tres sentados así lo escucharon:
- Erase una vez un santón musulmán, el cuál preparaba para la fiesta principal el sacrificio de los corderos, durante muchos años estuvo matando, degollando, despellejando y derramando la sangre de estos animales, acto infame para Dios. Años después murió y Dios lo convirtió en un monje budista, he hizo que se reencarnase en el Tibet. Allí se dedicó en su segunda vida al oficio de descuartizador de monjes muertos, para echar sus cuerpos a las aves de rapiña. Viendo Dios que no aprendía, de nuevo cuando murió lo reencarnó en un médico ateo, pero en su tercera reencarnación, trabajó para un Carter Mexicano. Se debió encargar de abrir a niños en canal para extraerle los órganos y después venderlos. Dios por tercera vez le dió muerte al cabo de los años y comprendiendo que no había forma de que aprendiera, lo reencarno 3 veces más para socorrerlo. Así, la cuarta vez que lo reencarnó, lo reencarno en un monje hinduista, el cuál gracias a sus dioses, le hicieron tener como segunda profesión veterinaria, por lo que en esta vida restauró el daño ocasionado durante el primer advenimiento. Murió, y después, fue a ser un cirujano plástico judío, con lo que en esa quinta vida, restauró y compuso tantos cuerpos como había descuartizado en otro tiempo, todos casos muy difíciles de accidentes. En su última reencarnación, la sexta, de nuevo Dios lo hizo un gran médico y tuvo que curar a muchos niños y niñas de los casos más extremos, con mucho esfuerzo y con todo esto, restauró todos sus actos de malos gestos o advenimientos previos. 
Los niños cuando la abuela acabo de contar ésto le preguntaron: <<Abuela y ¿qué nos quieres decir con eso?>>. La abuela les dijo: <<Sí tiráis de las orejas, del pelo y del rabo al perro, cuando os reencarnéis en próximas vidas habréis heredado el hado opuesto. Por eso no debéis cometer malos gestos.>>.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



El secreto.

No recordaba nada, casi no se podía mover ni respirar, se encontraba en una espacio muy reducido, parecía cómodo, pero era claustrofóbico. Escuchaba el ruido de unos motores muy grandes que debían estar próximos al él. E identificó el movimiento aerodinámico de su establecimiento.
En aquel instante comenzó a recordar y pensaba: <<Yo llevaba a aquella niña de 3 años en mis brazos en la ciudad de Baghdad, después de que su madre y su padre murieran en plena calle por el intercambio de disparos y granadas. Ella iba ensangrentada, con las ropas muy maltrechas y muy asustada, mi escuadrón fue atacado, ¡todos murieron!, lo ahora lo recuerdo, yo me escondí en la casa derruida de la derecha de la calle con la niña. Después, una explosión y sólo recuerdo haber caído al suelo protegiendo a aquella pequeña. ¿Qué habrá sido de ella?. Y yo, ¿estoy muerto?>>.
Tras recuperarse un poco después del aturdimiento con mucho esfuerzo por la casi ausencia de oxígeno, el soldado americano, se dijo: <<No puedo estar muerto, porque escucho ruido de motores y siento movimiento. ¿Quizás me hayan hecho prisionero?>>. Minutos más tarde comenzó a dar golpes en aquel pequeño espacio, puñetazos cortos, puntapiés, arañazos y por últimos grandes alaridos de auxilio. Pero nada, nadie lo escucha con el estruendo de los motores. 
Pasado un largo espacio de tiempo, cuando ya estaba muy agobiado y casi al límite de sus fuerzas, algunos hombres y mujeres abrieron aquella horizontal puerta. Él se levantó de su posición horizontal y tomó una bocanada de aire, los miró a los ojos y los reconoció eran los soldados americanos de su división. Los soldados que le rescataron todavía con las armas en las manos y sobresaltados por el espectáculo, no daban crédito. Él miró a su alrededor  y vió más de 30 féretros con la bandera americana, él acaba de salir de uno de ellos, aun estaban siendo trasladados a EE.UU. para ser enterrados. No se lo podía creer, ¿qué le había pasado?.
Los soldados de su división lo acompañaron ha revisión médica y el doctor le explicó que no había muerto ni de un tiro, ni de la explosión, ni nada de eso, que había sufrido un ataque cataléptico y los soldados lo habían dado por muerto, interpretando que había sufrido un ataque súbito al corazón por la explosión, cuando lo encontraron junto a la niña. Después preguntó por la niña y le dijeron que se había salvado gracias a su rescate, por lo que al parecer Dios, le dió otra oportunidad mediante un empate.

Autor: D. Jesús Castro Fernández. 



martes, 20 de agosto de 2013

La placentera vida de un ser vulgar.

Después de haber permanecido largo tiempo oculto, de haber cesado toda actividad y/o contacto humano, finalmente lo había conseguido: había logrado ese sueño que todo el mundo sueña, pero que muy pocos elegidos pueden alcanzar: la no fama, o anonimato.
   Era algo fantástico: Podía caminar por las calles sin que nadie le reconociese; Podía ir a un bar o a un restaurante, sentarse tranquilamente y tomar una cerveza o una comida sin que nadie le reconociese ni le molestase; Podía viajar en tren o en autobús sin sentirse observado; Podía acudir a un cine o al teatro sin que nadie le señalase.
   Ahora quizás podría conocer a alguna mujer que se interesase únicamente por él mismo, por su persona, y que dicha mujer no se sintiese deslumbrada, abrumada, o intimidada; O que por el contrario, no se mostrase solícita y siempre dispuesta, o en una palabra: Fácil. Estaba harto de eso. Ya no habría nunca 12 mil mensajes para felicitarle por su cumpleaños, y el teléfono saturado; No más periodistas o fotógrafos acechando, o eso creía.
    Una reportera de televisión le asaltó micrófono en mano, no se lo esperaba y le pilló desprevenido. La chica, hablando a la cámara anunció: "Tenemos ante nosotros a un hombre que ha sido capaz de lograr el anonimato mundial" -y plantando el micrófono junto a su boca añadió: "Díganos: ¿Como se siente al ser un personaje mundialmente anónimo?
   Con rápidos reflejos, se cubrió el rostro con las manos y se lanzó a correr calle abajo. Luego entró en un bar y nadie le reconoció: Estaba a salvo.

Autor: D. José María Martín Rengel.


Prisioneros.

A él, lo capturaron cuando paseaba en solitario por el campo; a ella, igualmente solitaria, la sorprendieron mientras hacía footing en un parque. Ambos fueron a parar a una cómoda pero extraña estancia. Se miraron con cierta desconfianza, pues ambos ignoraban lo que ocurría, y cuando quisieron conversar, descubrieron que hablaban diferentes idiomas, aunque finalmente pudieron entenderse en Inglés.
   No sabían que ocurría ni para qué estaban allí, pero al menos disponían de agua, de alimentos (sobre todo fruta) y de una adecuada climatización, pues ambos estaban totalmente desnudos. La estancia era una especie de gran caja de cristal, pero nada se podía ver a través del mismo.
   Así transcurrieron dos días, pues al tercero, descubrieron con sus propios ojos y con grandísima sorpresa, cual era su autentica e increíble situación. De repente, su habitáculo se hizo transparente, y fué trasladado junto a lo que parecía un ancho camino. A lo largo de dicho camino, por lo que podían ver, había otras "jaulas" parecidas a la suya, y éstas parecían contener siempre a parejas de extraños animales.
   Se miraron a los ojos comprendiendo cuando llegaron los visitantes. Por aquel camino junto a su habitáculo, venía un numeroso grupo de extraños seres que se detenía a mirar un buen rato en cada uno de los habitáculos. Cuando el grupo se detuvo ante ellos, tuvieron consciencia de que los observaban con curiosidad e interés: Ellos eran la atracción; Habían sido capturados y trasladados allí para ser exhibidos en una especie de zoológico galáctico. Algunos de aquellos seres de menor tamaño (debían de ser los niños) hacían las mismas tonterías que se suelen hacer frente a la jaula de los chimpancés, sólo que ésta vez, los chimpancés eran ellos. 

Autor: D. José María Martín Rengel.


Haciendo llorar a los niños.

Me pidieron que me hiciese cargo de la clase mientras se reunían los profesores; Como eran niños de 5 años, decidí contarles un cuento. Recordé aquel cuento de Oscar Wilde, en donde la estatua de un príncipe y una golondrina se desviven hasta la muerte por ayudar a los mas necesitados.
  Les narré como la golondrina va arrancando trozos de piel -una piel de oro- y va repartiéndola por las casas de los pobres. Ellos escuchaban interesados. Yo estaba feliz de entretener a los niños y continué. Les conté como la golondrina arranca el diamante del anillo, los rubíes de los ojos, y la esmeralda de su espada. Ya estaba llegando al final, pero no me esperaba lo que iba a ocurrir.
   Expliqué que la estatua aparecía vieja y fea y que la golondrina se murió. Que más tarde derribaron la estatua y la fundieron, y que su corazón de hierro fué a parar al vertedero y que allí se encontró con el cadáver de la golondrina. Entonces fué que una niña empezó a llorar, y luego otra; en menos de un minuto, todos los niños estaban llorando y yo no sabía que hacer... !Dios! -pensé- si viene ahora alguien y vé a todos los niños llorando van decirme que soy un inútil.
   -!Nooo! no lloréis... Escuchadme un momento, ya veréis que todo acaba muy bien -dije exhibiendo mi mejor sonrisa-
    Ví que escuchaban, dí gracias al cielo y continué. Un ángel -les dije- estaba aprendiendo, y el señor dios lo puso a prueba y le pidió que bajase a la tierra y le trajese de allí los dos objetos mas bellos que pudiese encontrar. La niña que empezó a llorar la primera escuchaba con la boca abierta, pensé que aquello iba bien y me dispuse para rematar la cosa. Éste ángel -continué- dió la vuelta al mundo y le llevó a dios 2 cosas: La golondrina muerta, y el corazón de hierro oxidado de la estatua. Dios se puso muy contento por que el ángel había acertado al traerle los 2 objetos realmente más bellos que había, premió entonces al ángel por su acierto, y revivió a la golondrina y a la estatua.
   Justo terminaba cuando entró una profesora. Enseguida vió las mejillas enlagrimadas de los niños y me interrogó: ¿Por qué han llorado? ¿Qué has hecho? Naaada -dije sonriendo-  sólo les conté un cuento, y ya ves que les ha gustado.
   Salí de allí mientras los niños me despedían con sus infantiles sonrisas, había sido una suerte que todo acabara bien, menos mal.

Autor: D. José María Martín Rengel.


Mi profesión soldado.

¡Nunca debí venir! Me engañaron, pero algún día serán castigados, Dios perdona pero no olvida. Era su segundo año en la guerra de Irak, había matado a niños, niñas, ancianos, ancianas, enfermos mentales, enfermas físicas, había cumplido con su disciplina profesional.
Un día mirando al cielo se arrodilló y le pidió a Dios: Señor dame la muerte para corregir mi dolor por haber hecho caso a los hombres y mujeres que me hicieron matar.
Pocos días después su plegaria fue escuchada y en una emboscada el soldado cayó en manos de la resistencia de Irak, después de haber acabado con él, con todos los sufrimientos cometidos previamente por él, fue atado por una pierna y colgado boca abajo, para entregarlo al fuego de satán. Pero cuando su alma parecía estar perdida, Dios intervino por su fe y satán huyó a lo lejos por miedo a la intervención percibida.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



El cazador de Karma.

Entró aquella mañana fría en aquel bar de Washintong D.C., tomó un café y pagó la consumición. El camarero le regreso el cambio y se equivocó en la vuelta. Él se dió cuenta del error y decidió guardarse el dinero, su aura se oscureció al momento. 
Salió del bar y se dirigió a coger un autobús, cuando montó, se sentó en el único asiento libre que quedaba. Algunas paradas más adelante, una anciana se subió en el autobús y nadie se levantaba para que pudiera sentarse durante el trayecto, él se levantó y le cedió su asiento con amabilidad, su aura se clareó al instante.
Cuando llegó al final de su trayecto se bajó del autobús y se dirigió hacia su hogar. En el camino se encontró un gato subido en un árbol, el animal maullaba y maullaba desolado por el terror de la altura, él cogió una piedra y como nadie lo veía le lanzó una pedrada al gato, la piedra golpeó la cabeza del animal y con sangre en la cabeza el animal cayó del árbol, muriendo en el acto.
Continuó y cuando llegó a su barrio encontró a un ciclista ensangrentado en una acera, acababa de ser atropellado y el conductor se había dado a la fuga, él corrió a socorrerlo, le taponó las heridas en la cabeza y llamó al servicio de emergencia, gracias a su intervención se salvó. Por su primer hecho, su aura se había ennegrecido mucho, pero gracia a su segunda intervención su aura había recuperado su luz. 
Entró en su hogar y se puso a pensar en lo ocurrido diciéndose así mismo: Tuve que quedarme con el dinero de aquella consumición para poder tomar aquel autobús, ya que sino la mujer se hubiera caído y partido la cadera, de la que no se hubiera recuperado. Después tuve que matar aquél gato para que no ocasionase ese accidente en el que moriría esa niña pequeña que me era desconocida y por último tuve que rescatar a aquél ciclista, porque sí moría nunca llegaría a ser el presidente de los EE.UU. dentro de 2 años.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



lunes, 19 de agosto de 2013

Intuición.

Sabía que algo no iba bien, pero entre las prisas, y el montón de cosas que tengo en la cabeza, no me dí cuenta antes. Ahora me hallaba sobre el Cantábrico, a más de 15 millas de la costa, y en mi cabeza se encendió una alarma: la presión hidráulica se había venido abajo, y el motor iba fallar de un momento a otro.
   Me había imaginado muchas veces la posibilidad de que un día ocurriese algo así, lo que nunca imaginé es que me lo tomaría con tanta naturalidad; Nada de terror, nada de dispararse las pulsaciones, y mucho menos enloquecer o paralizarme por el miedo. Con mucha calma, intenté perder altura, y en eso estaba cuando el motor se paró. Mi única posibilidad era intentar planear sobre la superficie, intentar que el contacto con el mar fuera lo menos brusco posible, y por último, si eso salía bien y terminaba entero, abandonar rápidamente la avioneta.
   Caía. Me las compuse para enviar un sos y activar la radiobaliza; presentía que me iba a dar el morrazo, pero milagrosamente logré no caer en picado, y aún así, el choque fué bastante brusco y se hundió el morro. Lo que ocurrió después está algo confuso en mi mente, aunque vagamente recuerdo que la avioneta se hundía, y yo lo observaba embutido en mi chaleco salvavidas. 
   Cuando me rescataron casi 3 horas después, mi voz, como un autómata empezó así: Sabía que algo no iba bien, pero entre las prisas y, el montón de cosas que tengo en la cabeza...

Autor: D. José María Martín Rengel.


domingo, 18 de agosto de 2013

El tablero de la nodriza.

Era una nodriza de las buenas artes mágicas y un día se encontró con una bruja de las artes oscuras. Se encontraron en un Castillo y allí la bruja de las artes oscuras retó a la nodriza de las buenas artes mágicas. La nodriza aceptó el reto y sacó un tablero de ajedrez, un tablero mágico, mediante el cuál, se podía controlar el mundo visible.
Comenzó la partida y cada movimiento significaba un acto en la vida real, así cuando la bruja movía, alguien moría y se enriquecía para mal suyo o de los demás. Mientras que cuando la nodriza movía ficha, alguien nacía o ayudaba a concluir algo inacabado en el mundo real.
De esta partida, cada ficha se identificaba con un personaje o una comunidad de la época medieval. Así los peones podían ser una pueblo o una comunidad, los caballos nobles, las torres un ejército, la reina una familia real y el rey a quien había que matar.
La partida se extendió por tres lustros de luna llena y al final, la nodriza de las buenas artes mágicas estaba apunto de ganar, cuando.... la magia de las fichas hizo su posición cambiar, conduciendo a tablas al mundo real. En aquel momento la nodriza de las buenas artes mágicas comprendió que la armonía era lo esencial de poder jugar.

Autor: D. Jesús Casto Fernández.


El oráculo de Delos.

Era el único exoplaneta que todos visitaban. En aquel planeta había un gran montaña, cien veces mayor que la montaña más alta del planeta Tierra. En su interior existía un gran lago de agua rojiza, casi parecía que fuese un lago de mercurio. En aquel lugar había una luz muy brillante y especial, una energía que respondía a quien le iba a consultar. Un día de la novena era espacial, fue aquel lugar a preguntar. 
Cuando se encontraba frente a luz, le consultó: ¿quién eres tú?. Y la luz le respondió: Yo soy el compositor. El viajero no entendiendo la respuesta, volvió a formular la pregunta: ¿Qué ves tú?. Y la luz volviendo a responder, le dijo: Veo a todas las energías de éste Universo, de los cúmulos de Universo y de los supercúmulos de Universo. Pero no sólo veo las energías de éste espacio y tiempo presente, sino las del pasado y el futuro. Las energías del pasado Universo, las energías del pasado de los cúmulos de Universo, las energías del pasado de los supercúmulos de Universos; las energías del futuro Universo, las energías del futuro de los cúmulos de Universos y las energías del futuro de los supercúmulos de Universos.
El viajero intrigado, volvió a consultar una vez más: ¿cómo me lo puedes demostrar?. El oráculo de Delos, le dijo: Al tanto sencillo, no deberías de tratar de verificar. Pero te demostraré lo que te intriga una vez más. Yo puedo ver y me puedo comunicar contigo, con tus energías del futuro, antes de que ni tan siquiera hayas finalizado tú presente, antes ni tan siquiera de que hayas fallecido. Y podría hablar con los que aun no han nacido pero están, Puedo indicarte cuando morirás, que te ocurrirá, cuando volverás, donde nacerás, que harás antes de volver a mí para empezar. 
El viajero, muy asustado de que aquello fuera verdad, hizo una reverencia y dijo al oráculo: gracias, ya no quiero saber más, porque conocer cuando moriré en el presente es malo, pero aún peor sería conocer mi muerte en el futuro sin haber muerto y nacido una vez más.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.


La genética era mía.

Ella era de una especie de última generación en la luna Europa. De madre mutante híbrida y de padre extraterrestre biónico, ella era especial. Su profesión era la de inspectora de la guardia global. Llegó al lugar del crimen, cuando vió el espectáculo horrible de aquel cuerpo con el cuello roto. Parecía un miembro de la comunidad de las especies humanas artificiales. Miró y remiró la escena del crimen, sólo dos pistas: un zapato descolgado de la victima y una nota que decía: "la genética era mía". En principio todo indicaba que era otro crimen clónico. Como los que había resuelto en el pasado. Pero el asunto era complicado aún de resolver, porque existían muchas posibilidades. Pensaba ella: "Puede ser que su hermano clón lo haya matado para cobrar la herencia genética. Pero podría ser que haya sido su dueño genético, el cuál se haya cansado de mantener a su clón inscrito en el registro notarial tras su fallecimiento. O también cabría la posibilidad que haya sido un crimen pasional genético. Éste asunto es complejo, además tendré que averiguar, sí es el original, o la primera copia u otra derivada.. Todo parece indicar, que el caso, bastante tiempo en resolverlo me llevará". 

Autor: D. Jesús Castro Fernández.