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miércoles, 31 de julio de 2013

Mundos paralelos.

La tormenta arreciaba con violencia mientras Mark conducía con precaución por una carretera interurbana. El paisaje de árboles y campos bajo la llúvia se vió repentinamente iluminado por la caída de un rayo cercano. Mark cerró los ojos por un breve instante para no perder el control del vehículo, pero cuando los abrió todo había cambiado. Fué como abrir los ojos en otro mundo, en otra dimensión, o en un mundo paralelo. Detuvo el coche para poder mirar con calma, y pensó que se estaba volviendo loco.
  Los árboles eran unas figuras grotescas y monstruosas, de mayor tamaño y con gruesas ramas que colgaban como brazos. No se movían del suelo pero !Se movían! Desde detrás de una forma oscura y vaporosa, surgió un ser espeluznante. Era como un toro enorme y formidable pero caminada erguido sobre dos piernas; dos especie de ojos, de un rojo brillante, diríase luminoso, parecían mirarle amenazadores. El cielo de la noche era de un rojizo apagado, sin estrellas, sólo la lluvia parecía ser la misma.
  Mark pensó que el rayo podía haberle causado algún tipo de conmoción y que sus sentidos le estaban engañando, aquello no podía estar ocurriendo. Pero sin dejar de mirar, vió como la forma oscura y vaporosa que había cerca de aquel extraño ser, se movió sin poder explicarse como, y empezó a tragarse al monstruo. Entonces, cuando puso el vehículo en marcha, decidido a alejarse de aquello, un nuevo rayo cayó muy cerca, entre él y la cosa.
  Cuando abrió los ojos, los árboles eran normales, el cielo era negro de nuevo, y no había rastro alguno de su anterior visión. Aliviado, continuó su trayecto preguntándose qué diablos había ocurrido. A la mañana siguiente me lo contó a mi, con el ruego de que yo no se lo contase a nadie, cosa que hice, pues ésto que aquí les narro, puede pasar perfectamente por pura fantasía. Mark no se enfadará por ello, ademas, no se llama Mark.

Autor: D. José María Martín Rengel.


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