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jueves, 18 de julio de 2013

La carrera.

La chica corría bastante. Iba delante de mi por uno de los senderos de arena, pero aparte de nosotros dos, no había nadie mas por allí a esas horas. Me estaba costando trabajo darle alcance, pero cada vez era menor la distancia que nos separaba. Ella volvía la cabeza hacia atrás cada vez con mayor frecuencia, y sus zancadas eran nerviosas y descoordinadas; No cabía duda de que ella iba a perder la carrera. Cuando llegamos a una ligera pendiente, yo estaba ya casi encima de ella, entonces se volvió y ví sus ojos asustados, ya era mia.
   Calculé rapidamente la distancia que nos separaba, casi podía tocar su espalda, y no había tiempo que perder. Entonces levanté el hacha y se la incrusté en la espalda. Cayó como un juguete roto, sin emitir sonido alguno. La carrera había terminado.

Autor: D. José María Martín Rengel.



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