Tenía 8 años, vivía en la calle desde los 6 años. Su padre un alcohólico y su madre una prostituta, la habían abandonado en una de las calles de México D. F. Huérfana, abandonada, desatendida por el Estado, había sobrevivido en las calles desde hacía dos años, comiendo restos de basura, durmiendo en portales cada noche, conociendo el frío, la violencia de la vida, el abuso del destino, el maltrato de la fortuna y la impunidad de la justicia.
Una mañana cuando se encontraba en una de las calles mendigando, para poder aliviar el hambre de dos días, se le acercó un muchacho y le dijo: "¡oye tu! ¿cómo te llamas?". Ella muy asustada por su edad, por la vida sin educación y de desgracia que le había tocado, le dijo de forma muy tímida: "Me llamo Lucía, creo". El muchacho que tendría unos 10 años le dijo: "¿tú tienes casa y familia?. Ella sorprendida por su inocente pregunta le respondió: No, ni lo uno ni lo otro.
Entonces aquel muchacho, con una sonrisa en el rostro la cogió de la mano y le dijo: "¿te gustaría ser mi familia y venirte a vivir conmigo a mi casa?". Ella al principio no sabía que hacer, pero tras un rato, lo pensó y le respondió: "Esta bien". Pasaron la mañana y tarde juntos, se conocieron hablando mucho, al caer la noche, él la cogió de la mano y la llevó hasta su casa, lo que él llamaba su subterráneo.
En una de las calles de México D. F. se pararon, levantaron la tapa de un alcantarillado, bajaron por las escaleras y allí, una comunidad de niños y niñas tenía su tejado. Pasaron en silencio porque estaban durmiendo unos a un lado, otros a otro lado y un espacio vació en medio para ellos le tenían reservado.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
Una mañana cuando se encontraba en una de las calles mendigando, para poder aliviar el hambre de dos días, se le acercó un muchacho y le dijo: "¡oye tu! ¿cómo te llamas?". Ella muy asustada por su edad, por la vida sin educación y de desgracia que le había tocado, le dijo de forma muy tímida: "Me llamo Lucía, creo". El muchacho que tendría unos 10 años le dijo: "¿tú tienes casa y familia?. Ella sorprendida por su inocente pregunta le respondió: No, ni lo uno ni lo otro.
Entonces aquel muchacho, con una sonrisa en el rostro la cogió de la mano y le dijo: "¿te gustaría ser mi familia y venirte a vivir conmigo a mi casa?". Ella al principio no sabía que hacer, pero tras un rato, lo pensó y le respondió: "Esta bien". Pasaron la mañana y tarde juntos, se conocieron hablando mucho, al caer la noche, él la cogió de la mano y la llevó hasta su casa, lo que él llamaba su subterráneo.
En una de las calles de México D. F. se pararon, levantaron la tapa de un alcantarillado, bajaron por las escaleras y allí, una comunidad de niños y niñas tenía su tejado. Pasaron en silencio porque estaban durmiendo unos a un lado, otros a otro lado y un espacio vació en medio para ellos le tenían reservado.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario