Pasó muchos años en aquella montaña. Todos los días realizaba su doctrina mental: se levantaba, se vestía su toga blanca con sus sandalias, salía a realizar ejercicio físico, respiraba aire fresco, especialmente en las estaciones que acompañaban, toma el Sol e iba a meditar bajo la cascada azul del manantial de agua.
Allí, sentía como caía gota a gota el agua sobre su cabeza y su espalda, escuchaba el susurro de las corrientes de agua, el revolotear de los peces que nadaban y el canto de las aves en la dulce mañana.
Al atardecer, regresaba a casa, en silencio, tras alimentarse de unas sabrosas viandas acompañadas de un poco de agua clara, se sentaba sobre la roca que tenía fuera de su casa, muy amplia, plana y ancha. Allí, recordaba toda lo que las gotas del manantial, que provenían de la cascada le narraban, y así lo redactaba, como un dictamen del pensamiento que proviene de la nada.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
Allí, sentía como caía gota a gota el agua sobre su cabeza y su espalda, escuchaba el susurro de las corrientes de agua, el revolotear de los peces que nadaban y el canto de las aves en la dulce mañana.
Al atardecer, regresaba a casa, en silencio, tras alimentarse de unas sabrosas viandas acompañadas de un poco de agua clara, se sentaba sobre la roca que tenía fuera de su casa, muy amplia, plana y ancha. Allí, recordaba toda lo que las gotas del manantial, que provenían de la cascada le narraban, y así lo redactaba, como un dictamen del pensamiento que proviene de la nada.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
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