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miércoles, 24 de julio de 2013

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Fue en el siglo XVI, durante una radiante primavera. Estaban los dos en el laberinto del jardín del palacio real, entre flores coloridas, plantas aromáticas y árboles exóticos. Él corría tras su larga cabellera rubia, él la perseguía siguiendo sus delicados pasos por el laberinto entre los altos arbustos. A cada giro, era como un nuevo episodio del misterio que siempre es descubierto. 
Persiguió su cabellera rubia y larga, hasta el rincón más oscuro y sombrío del laberinto. Cuando por fin, se volvió al alcanzarla y el mostacho el zampó un beso sobre negra barba. Él le dijo: "Ya es hora de que dejes de perseguirme señor conde, que ya tengo bastante con ser del rey y el obispo del palacio el amante, porque ya me dejaron esos dos, el ojo del ardor, como la gran fuente del armador".

Autor: D. Jesús Castro Fernández.


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