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viernes, 26 de julio de 2013

Tragedia.

La joven princesa Juana, había aceptado cándidamente su destino. Su padre, Eduardo III de Inglaterra, había decidido casarla con el hijo de Alfonso XI de Castilla. Al menos, la habían informado de que su prometido era un joven agraciado y de buen carácter  y Castilla era un próspero reino.
   Se trataba de un largo viaje, nada menos que alcanzar el canal, arribar a Francia, y cruzar los Pirineos y media península. No volvería a ver a sus hermanas, ni a la bella campiña inglesa que la vió crecer, pero se consolaba al pensar que un dia sería reina, y que un hijo suyo sería un día rey de Castilla. La soleada Castilla.
   Un año antes, la terrible peste viajó también en barco, desde china hasta Génova. Europa no era consciente de lo que se le venía encima. Juana atravesa Francia hacia el sur, en idéntica dirección que traía la terrible plaga.
   La gente moría a millares, pueblos enteros quedaron vacíos, y lo que es peor, la gente huía enloquecida, ignorando que así propagaban la enfermedad allá a donde iban.
   Juana nunca llegó a España. La peste si.
   En Castilla, desapareció un tercio de la población, incluido el rey, y Europa entera, se hundió en la oscuridad.

Autpr: D. José María Martín Rengel.


   

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