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sábado, 13 de julio de 2013

Microrrelato: El casco.

Llevaban aislados más de una semana en aquella trinchera, sin recibir noticias del fin de la guerra. Todos esperaban que terminara pronto. 
Una noche, cuando las estrellas brillaban con un fulgor resplandeciente, los vigilantes vieron con una sombra atravesaba el campo de batalla desde el frente enemigo.
La sombra, se movía con sigilo entre las alambradas de espinos, ahora arrastrándose, ahora saltado,... Pasado un tiempo que pareció que había desaparecido entre la penumbra, justo en la explana entre trinchera y trinchera se escucharon ráfagas de ametralladora. Pero nada, ni un grito ni impacto, nada, que desvelara a quien disparaban los enemigos.
Al poco tiempo, la sombra apareció muy próximo a alambrada de la trinchera entre la penumbra de la noche. Los vigilantes prepararon sus armas, las cargaron y se dispusieron a disparar; cuando observaron, que la sombra era uno de los suyos y que traía en la mano alzada algo. Pronto llegó junto a ellos, saltó la alambrada y entró en la trinchera, sí efectivamente era un mensajero de su ejército, había atravesado las líneas enemigas para entregarles dos cosas: una notificación, que traía en la mano, del decreto de fin de la guerra que se establecería en 24 horas y unas cartas de esposas e hijos.
El mensajero, muy maltrecho y agotado, se quitó el casco, el cual tenía un impacto de bala y de debajo del casco sacó un montón de cartas atadas, muchas de ellas ensangrentadas y con el agujero de una bala. En aquellas cartas la mayoría de amor, se había quedado incrustada la bala, llegando tan sólo a rozar la cabeza del mensajero por haber hecho de parapeto el casco y las cartas.  

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



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