Había una vez un jardinero que vivía en Sidney (Australia). Este delicado jardinero se pasaba las horas y las horas en su jardín botánico. Y de tanto cuidar las flores, muchos días, cualquiera que pasara por su jardín, se lo podía encontrar hablando con sus flores.
De ese modo, uno de esos días conversaba muy apenado y compungido en su corazón. Medio sollozando le decía a sus flores: "¿por qué he de ser malo? yo no quiero ser malo y sin embargo lo soy sin remedio. Una de las flores, en concreto una violeta le decía, como sí por lenguaje de signos le hablara: "¿por qué dices esas cosas?. Y él casi como alma en pena, respondía: "porque el derecho a la vida es el mayor bien de la Tierra y sin embargo, mi profesión es acabar con ella". Un rosal que se encontraba cercano lo escucho y se entrometió en la conversación diciendo: "eso no es cierto, tú cuidas del jardín y de todos sus habitantes". El jardinero le dijo entonces: "Que más quisiera que fuese verdad, pero la vida no es sólo podar los árboles, regar las plantas y recolectar las flores antes de que la estación fría las mate. En el jardín a miles de seres vivos que a diario cuando camino piso y los mato, le arrebato la vida, no con intención, pero sí al parecer por necesidad del destino, miles de bacterias a diario aniquilo, miles ácaros extermino, a muchos insectos y a otras muchas "malas hierbas" la vida le quito. Tal es mi sino, ¿cómo puedo respetar la vida? Sí la destruyo tan sólo con mi camino por esta mi vida, mi destino, ¡por estar vivo!.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
De ese modo, uno de esos días conversaba muy apenado y compungido en su corazón. Medio sollozando le decía a sus flores: "¿por qué he de ser malo? yo no quiero ser malo y sin embargo lo soy sin remedio. Una de las flores, en concreto una violeta le decía, como sí por lenguaje de signos le hablara: "¿por qué dices esas cosas?. Y él casi como alma en pena, respondía: "porque el derecho a la vida es el mayor bien de la Tierra y sin embargo, mi profesión es acabar con ella". Un rosal que se encontraba cercano lo escucho y se entrometió en la conversación diciendo: "eso no es cierto, tú cuidas del jardín y de todos sus habitantes". El jardinero le dijo entonces: "Que más quisiera que fuese verdad, pero la vida no es sólo podar los árboles, regar las plantas y recolectar las flores antes de que la estación fría las mate. En el jardín a miles de seres vivos que a diario cuando camino piso y los mato, le arrebato la vida, no con intención, pero sí al parecer por necesidad del destino, miles de bacterias a diario aniquilo, miles ácaros extermino, a muchos insectos y a otras muchas "malas hierbas" la vida le quito. Tal es mi sino, ¿cómo puedo respetar la vida? Sí la destruyo tan sólo con mi camino por esta mi vida, mi destino, ¡por estar vivo!.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
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