En el aquel tiempo el reino vivía en paz. El emperador mandó convocar a los mejores artistas de Japón para que pintaran con las artes caligráficas las bellas letras. Acudieron a la corte los más destacados caligrafistas de las escuelas más importantes. Al final, de los cientos de miles que fueron, sólo tres fueron los seleccionados para crear una obra de arte única y original, ya que su majestad el emperador deseaba ofrecer como regalo de cumpleaños a su hija, una de esas obras.
El emperador otorgó tres días a los artistas para que buscarán un soporte en el que presentar su obra. A los tres días acudieron a la presentación de sus obras al emperador. El emperador los recibió con semblante severo y sereno; los calígrafos por su parte presentaron uno a uno sus obras.
El primero presentó un lienzo de oro macizo con piedras de jade engarzadas que decoraban una majestuosa letra elaborada con la mayor delicadeza. El segundo, había escogido como soporte de su obra un tejido muy fino en el que ceda, terciopelo y lino se combinaban de forma magistral para exponer una letra preciosa labrada con un dulzura inusitada. El tercero era un hombre pobre, llegado de una de las escuelas de las montañas y compungido en su corazón por no tener, nada valioso que ofrecer al emperador para el regalo de su hija, más que su propia letra, había escogido una cometa de tela blanca con decoraciones vegetales y geométricas que acompañaban a su letra.
El emperador no entendió la tercera obra y la miró una y otra vez. La letra era gorda, grande, desfigurada casi parecía burda, grosera y hasta una burla. Entonces preguntó al tercer artista: ¿qué es eso?.
El pobre calígrafo le dijo es la felicidad y la alegría de su hijita. El emperador sorprendido por su respuesta, dijo: ¿cómo puede ser eso?. A tal modo, que el calígrafo pobre le dijo: Señor, mi obra no es lo que se ve en el suelo, sí no la belleza que existe en el cielo. El emperador que no lo entendía, le pidió una prueba de lo que decía. De modo, que el calígrafo pobre le dijo al emperador: ¿podría hacer venir su hijita?. El emperador mandó llamar a su hijita intrigado por el asunto. La hijita del emperador que tenía 7 años, llegó ante su padre y el calígrafo pobre le dijo: pequeña ¿te gustaría hacer volar esta cometa?. La pequeña muy contenta porque nunca había hecho volar una cometa, salió al patio del palacio y la hizo volar. Cuando la cometa estaba en lo más alta, la letra que en la tierra se veía grosera y deformada, se comenzó a percibir como la letra más hermosa, fina, redondeada, cuidada, delicada y suave, nunca antes acabada
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
El emperador otorgó tres días a los artistas para que buscarán un soporte en el que presentar su obra. A los tres días acudieron a la presentación de sus obras al emperador. El emperador los recibió con semblante severo y sereno; los calígrafos por su parte presentaron uno a uno sus obras.
El primero presentó un lienzo de oro macizo con piedras de jade engarzadas que decoraban una majestuosa letra elaborada con la mayor delicadeza. El segundo, había escogido como soporte de su obra un tejido muy fino en el que ceda, terciopelo y lino se combinaban de forma magistral para exponer una letra preciosa labrada con un dulzura inusitada. El tercero era un hombre pobre, llegado de una de las escuelas de las montañas y compungido en su corazón por no tener, nada valioso que ofrecer al emperador para el regalo de su hija, más que su propia letra, había escogido una cometa de tela blanca con decoraciones vegetales y geométricas que acompañaban a su letra.
El emperador no entendió la tercera obra y la miró una y otra vez. La letra era gorda, grande, desfigurada casi parecía burda, grosera y hasta una burla. Entonces preguntó al tercer artista: ¿qué es eso?.
El pobre calígrafo le dijo es la felicidad y la alegría de su hijita. El emperador sorprendido por su respuesta, dijo: ¿cómo puede ser eso?. A tal modo, que el calígrafo pobre le dijo: Señor, mi obra no es lo que se ve en el suelo, sí no la belleza que existe en el cielo. El emperador que no lo entendía, le pidió una prueba de lo que decía. De modo, que el calígrafo pobre le dijo al emperador: ¿podría hacer venir su hijita?. El emperador mandó llamar a su hijita intrigado por el asunto. La hijita del emperador que tenía 7 años, llegó ante su padre y el calígrafo pobre le dijo: pequeña ¿te gustaría hacer volar esta cometa?. La pequeña muy contenta porque nunca había hecho volar una cometa, salió al patio del palacio y la hizo volar. Cuando la cometa estaba en lo más alta, la letra que en la tierra se veía grosera y deformada, se comenzó a percibir como la letra más hermosa, fina, redondeada, cuidada, delicada y suave, nunca antes acabada
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
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