Acudieron todos al sepelio. Todos aparentaban llorarlo, más nadie lo echaba de menos; fue un gran líder, un gran político y toda Rusia se reía en su foro interno.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
Y así, miles de cabezas pensaban en silencio: ingenuo, creyó ser alguien y hoy está muerto. Durante unos días los himnos sonaron, la prensa montó un gran revuelo y el muerto fue acompañado hasta el cementerio. Allí, en un año sus elementos químicos ya se habían descompuesto y en diez años, sólo quedarían sus huesos, sin carne, sin cerebro, sin mente y sin cargo relevante.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
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