En cierta ocasión, ví una frase escrita en la pared de una obra. Me llamó la atención, y me quedó la duda de si sería obra de algún insigne filósofo, o si mas bien pudiera ser de un origen más vulgar. La frase, decía así: "Si un pobre va borracho, la gente dice: !Pobre borracho! Pero si un rico va borracho, la gente dice: !Bonito va el señor!"
Una historia muy a cuento ocurrió con dos borrachos que se estaban peleando en plena calle a las tantas de la madrugada. Alertada la policía, una patrulla se personó en el lugar de la riña y se encontró con tan pintoresco panorama: Uno de los borrachos, iba muy bien vestido y su presencia era impecable salvo por el olor a coñac; El otro parecía un indocumentado y su olor era tan barato como un vino vulgar. Una vez efectuada la consiguiente identificación, resultó que quien olía a coñac era un conocido empresario, y que quien olía a vino, era un señor de Sória con pinta de vagabundo. El policía, que no era tonto, procedió a detener al señor de Sória, quien no sólo no se resistía, sino que respetuoso y educado, decía que él no había hecho nada malo. Al mismo tiempo, se le preguntó al potentado sobre lo que estaba ocurriendo, pero éste se limitó a gritar !Y a ustedes qué cojones les importa! !Quien coño les ha llamado! !Esto es un asunto particular entre el desgraciado ese y yo! !Yo soy un señor y pago el sueldo de ustedes! !Váyanse!
Al final, el empresario local fué amablemente invitado a subir al vehículo policial para ser trasladado a su domicilio, so pena de que pudiera ocurrirle algún desgraciado percance dado el estado en que se hallaba; El señor de Sória fué despedido con cajas destempladas, y con la invitación de marcharse a su domicilio a la mayor prontitud.
El empresario local se mareó y vomitó en el interior del coche patrulla, poniendo perdidos los asientos y amargando la noche a los funcionarios. El señor de Sória se tumbó en un banco medio oculto por un seto, y se dispuso a pasar la noche al raso...!Pobre borracho!
Autor: D. José María Martín Rengel.
Una historia muy a cuento ocurrió con dos borrachos que se estaban peleando en plena calle a las tantas de la madrugada. Alertada la policía, una patrulla se personó en el lugar de la riña y se encontró con tan pintoresco panorama: Uno de los borrachos, iba muy bien vestido y su presencia era impecable salvo por el olor a coñac; El otro parecía un indocumentado y su olor era tan barato como un vino vulgar. Una vez efectuada la consiguiente identificación, resultó que quien olía a coñac era un conocido empresario, y que quien olía a vino, era un señor de Sória con pinta de vagabundo. El policía, que no era tonto, procedió a detener al señor de Sória, quien no sólo no se resistía, sino que respetuoso y educado, decía que él no había hecho nada malo. Al mismo tiempo, se le preguntó al potentado sobre lo que estaba ocurriendo, pero éste se limitó a gritar !Y a ustedes qué cojones les importa! !Quien coño les ha llamado! !Esto es un asunto particular entre el desgraciado ese y yo! !Yo soy un señor y pago el sueldo de ustedes! !Váyanse!
Al final, el empresario local fué amablemente invitado a subir al vehículo policial para ser trasladado a su domicilio, so pena de que pudiera ocurrirle algún desgraciado percance dado el estado en que se hallaba; El señor de Sória fué despedido con cajas destempladas, y con la invitación de marcharse a su domicilio a la mayor prontitud.
El empresario local se mareó y vomitó en el interior del coche patrulla, poniendo perdidos los asientos y amargando la noche a los funcionarios. El señor de Sória se tumbó en un banco medio oculto por un seto, y se dispuso a pasar la noche al raso...!Pobre borracho!
Autor: D. José María Martín Rengel.
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