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domingo, 1 de septiembre de 2013

El tren de la mente.

Se encontraba en el psiquiátrico desde que sus hijos allí lo internaron. Era una de las personas más ricas del planeta Tierra. Y sin embargo, la demencia hizo estragos en su cabeza, sus hijos envidiando su mando y sus hijas deseando de manera encubierta sus riquezas, hicieron todo lo posible para encerrarlo, no con la intención de curarlo, sino antes de justificar su incapacidad para llevar la empresa que había creado. 
Él se levantaba todas las mañanas y se sentaba en el sillón que le habían asignado, tan sólo tenía 57 años, tomaba el medicamento que le habían asignado y obedecía pensando: <<Saldré de aquí y todos verán que soy capaz>>. Pero en su cabeza veía un tren todos los días, que durante las horas de vigilia parecía que era donde él vivía. 
Cada día aquel pasillo del tren en marcha recorría, pasaba mirando por las ventanillas de cada habitación del tren, porque al parecer era un tren litera. En cada habitación podía ver muchas y diversas escenas: en unas contemplaba escenas sexuales -malas, muy malas y buenas-; en otra observaba razones mediante conversaciones o expresiones, con él y con gente extrajera; en otra contemplaba situaciones de sentimientos y emociones, algunas con frialdad y otras con humanidad. 
Cuando llegaba al final del pasillo del tren, ya había oscurecido, siempre le ocurría igual, comenzaba al principio del pasillo con la luz del amanecer y acaba al anochecer. 
Un día le sucedió algo extraño, vió en aquel tren como las habitaciones se iban apagando y ya no podía contemplar lo que sucedía en su interior, parecía como sí el olvido de sus seres queridos, hubiera entrado desde el exterior.

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



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