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domingo, 1 de septiembre de 2013

Jauría de perros salvajes.

Aquella noche cenó sólo; cenó como un glotón, carne de cerdo, un montón. No hizo caso aquel refrán antiguo que decía: "Desayuna como un rey, almuerza como el pueblo y cena muy ligero". Después se retiró a su dormitorio, satisfecho a descansar, en busca del pertérrito sueño.
Comenzó su mundo, el mundo del Cosmos inmenso. Apareció en una calle oscura, muy oscura y ya sentía un terrible miedo. Dos enormes camiones aparcados entre las tinieblas de la noche, él se encontraba acompañado de una mujer. En un instante escuchó un grito horripilante, desesperado, de otra mujer, parecía muy cercana a él, provenía de detrás de esos camiones de gran tonelaje. Él aviso a su compañera, huyamos, vamos a escondernos. Corriendo, salieron precipitados desde la parte delantera del aparcamiento y bajo uno de los camiones aparcados en paralelo, se escondieron, agarrados entre las ruedas. 
Al instante, una jauría de perros salvajes, por la derecha devoraban a la mujer que gritó, la despedazaban viva, se alimentaban de su carne y de su sangre. Ellos aterrorizados se agarraron fuerte a los bajos del camión, para no ser percibidos por aquellos animales salvajes, los  cuales miraban en derredor, oliendo el miedo, la conmoción, el shock del terror, que existía en el corazón. 
Al poco, otra jauría de perros salvajes, aproximándose por la izquierda del camión, buscaban nuevas victimas para comer carne. Con ojos envenenados querían consumir su hambre. 

Autor: D. Jesús Castro Fernández.



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