Era una mañana fría, de esas en la que los trabajadores se levantaban muy temprano para ir a coger el tren que los llevaría al trabajo.
Él iba con retraso, a pié acelerado. Cuando en su camino, entre la penumbra del fin de la noche y el principio del amanecer, vió a un grupo de personas frente a una casa. El corro estaba formado por varias mujeres y un hombre. A pesar de que llevaba mucha prisa, su curiosidad por lo que sucedía fue mayor y se detuvo a la altura del corro para saciar su curiosidad.
Cuando llegó se detuvo y se aproximó diligentemente hacia el grupo y puso oído al asunto que trataban. El grupo comentaba en tema un tanto peculiar y raro. Comentaban que un muchacho que vivía en la casa de enfrente se había transformado en mosca y que se encontraba encerrado en la habitación desde hacía algunos días. Que era conocidos por todos de viajar en el tren por las mañanas para acudir a su trabajo. También decían que el muchacho era rechazado por la familia y que no sabían que hacer con el chico.
Pasado unos instantes, miró su reloj, el tiempo se le había terminado, debía partir o perdería el siguiente tren. Salió corriendo hacia la estación y mientras llegaba, iba pensando: <<O la gente está loca y no saben que decir, o sí que es un caso extraño ese>>.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
Él iba con retraso, a pié acelerado. Cuando en su camino, entre la penumbra del fin de la noche y el principio del amanecer, vió a un grupo de personas frente a una casa. El corro estaba formado por varias mujeres y un hombre. A pesar de que llevaba mucha prisa, su curiosidad por lo que sucedía fue mayor y se detuvo a la altura del corro para saciar su curiosidad.
Cuando llegó se detuvo y se aproximó diligentemente hacia el grupo y puso oído al asunto que trataban. El grupo comentaba en tema un tanto peculiar y raro. Comentaban que un muchacho que vivía en la casa de enfrente se había transformado en mosca y que se encontraba encerrado en la habitación desde hacía algunos días. Que era conocidos por todos de viajar en el tren por las mañanas para acudir a su trabajo. También decían que el muchacho era rechazado por la familia y que no sabían que hacer con el chico.
Pasado unos instantes, miró su reloj, el tiempo se le había terminado, debía partir o perdería el siguiente tren. Salió corriendo hacia la estación y mientras llegaba, iba pensando: <<O la gente está loca y no saben que decir, o sí que es un caso extraño ese>>.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario