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domingo, 15 de septiembre de 2013

Lírica Amniótica.

Salió aquella tarde a pasear, ¿qué buscaba?, no lo sabía. A medio camino se cruzó, en aquel barrio de amores románticos de su pasado, una niña. La niña a penas tenía los 5 años, venía corriendo cuesta abajo, siguiendo a su corazón, su propia búsqueda. La pequeña era rubia, con cabello largo, delgada, con ropa veraniega de familia humilde y muy simpática. La niña venía un poco preocupada, se paró frente él y le preguntó: <<¿Tú has visto a mi mama?>>. Él se quedó mirándola, no había nadie por la calle, excepto algún vehículo que acababa de pasar y le respondió: <<No, yo no he visto a tú mama. ¿Donde está tú casa?>> Y la pequeña con mayor dulzura del mundo, con esa preciosa inocencia, con la belleza de las palabras que se asemejan a una azucena le contestó: <<Mi casa, está cruzando un camino. Yo se donde está mi casa>>. Aquel hombre joven, le dijo: <<Pues sabes qué, creo que he visto a tú madre que iba hacia tú casa>>. La pequeña, ilusionada con un rayo de verdad, había visto culminado su búsqueda: "mama está en casa", pensaría. Él sabía que no había visto a su madre, porque no la conocía, pero también sabía que la pequeña le seguiría. 
Con la inocencia más pura, con la verdad en las palabras, con el único objetivo de encontrar a su madre, la niña, haciendo caso al hombre, le dijo: <<Pues yo no he visto a mi madre>>. Y él, le indicó, sabiendo que sí la dejaba allí estaba expuesta a muchos peligros, que ella en su inconsciencia pura, limpia, no percibía, como el tráfico de la carretera paralela a la acera, el extravío por un miedo inesperado,... hasta entonces sin miedo había avanzado, en busca de su madre y allí estaba sola: <<¿Haber donde está tú casa? Te voy acompañar, porque tú no has visto a tú madre, porque venías muy deprisa>>. La pequeña le respondió: <<Mi casa está por alli. ¿Y tú como te vas a volver después a tú casa?>>.
Siguieron desde el cruce hasta girar en una calle, él, le puso la mano en la cabeza y le dijo: <<Yo regresaré después a mi casa por esa otra calle. Anda vamos, seguro que tú madre ya está en casa>>. Ella convencida de lo que le había dicho, se fue caminando con él, en el instante en que entraron por la calle, un hombre con un perro se cruzó y los vió a los dos, a la pequeña y al joven que la acompañaba. Mientras caminaban la pequeña el pelo se retocaba, de manera delicada, y le preguntaba al joven: <<¿Tú tienes coche?>> y él, le respondió: <<Yo no y ¿tú tienes bicicleta?>>. Ella le dijo en su pureza: <<Sí yo tengo una bicicleta>>. 
Estando ya muy cerca de su casa, le niña le dijo: <<Por aquí es mí casa>>. Y le refirió. Haber ¿cuál es tú casa?. La niña subió los peldaños de una escalera que daban acceso a una galería cubierta, mientras una vecina adolescente, baja por la misma escalera, iba a recoger un alisador del pelo a casa de otra vecina; ésta daba paso a la derecha a una casa patio, donde varias familias habitaban, era uno de los barrios obreros de la ciudad. Justo cuando entraron a la parte alta de la escalera, un vecina, que limpiaba la puerta, los vió y le preguntó a la niña: <<¿Encontraste a tú madre?>>. Él joven respondió por la niña, ya que la pequeña iba en busca de su madre a su casa y no respondió a la vecina. Él le contestó: Estaba muy cerca de la carretera y la he traído, ¿sabe usted donde vive?. Y la mujer le respondió, en esa casa del interior del patio, ahí está su padre durmiendo, según me dijo la niña, antes. La mujer y él se aproximaron hacia la puerta del patio, observaron a la niña como iba hasta la puerta de su casa y le decía a él: <<Ésta es mi casa>>. La vecina le dijo: <<Llama a la puerta, llama a tú padre>>. Ella entró un instante y vió que su padre seguía durmiendo, mientras que su madre no estaba. Salió y le dijo a él: <<Mi madre no está todavía, está mi padre durmiendo y no lo quiero despertar>>. Él viendo como la pequeña había descubierto el engaño, mal se sentía. En ese instante, el padre que había escuchado a la vecina y al joven, salió por la puerta, adormilado y molesto, cogió a la pequeña del brazo, la introdujo hacia dentro por la puerta de madera y cristal, levantó el otro brazo y le lanzó una guantada a la niña en el trasero, por... 
La vecina le dijo al joven: <<Pobre, no sabe una como acertar, con lo pequeña que es>>. Él sabiendo, que la pequeña no tenía culpa de nada, más de querer estar con su madre, le dijo: <<Así es señora, hasta luego>> y partió camino de su propia búsqueda. 

Autor: D. Jesús Castro Fernández



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