Transcurría el último decenio del siglo XVII. Ella estaba sobre aquel puente nevado, en medio de la frondosidad de los árboles blancos. El riachuelo, pasando entre los píes del puente, helado. La noche era fría y la luna se encontraba llena.
Ella esperaba a su amado, bajo aquella capa púrpura que la cubría. El silencio era su compañero, en la espera amarga. ¡Vendría!, se repetía una y otra vez. Mientras el único calor que recibía era el de su corazón. Sus sentimientos la abrasaban por dentro, pero el exterior la helaba por fuera, sus miedos la absorbían en sus pensamientos.
Paso un buen rato, cuando escuchó un ruido en un árbol. ¡Era el viento!. No su amado. ¿Qué le habría ocurrido? La había abandonado. ¡No, no podía ser! Ella sabía que estaba enamorado. Y poco descubrió la verdad, un mensajero llegó y una carta de amor le entregó.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
Ella esperaba a su amado, bajo aquella capa púrpura que la cubría. El silencio era su compañero, en la espera amarga. ¡Vendría!, se repetía una y otra vez. Mientras el único calor que recibía era el de su corazón. Sus sentimientos la abrasaban por dentro, pero el exterior la helaba por fuera, sus miedos la absorbían en sus pensamientos.
Paso un buen rato, cuando escuchó un ruido en un árbol. ¡Era el viento!. No su amado. ¿Qué le habría ocurrido? La había abandonado. ¡No, no podía ser! Ella sabía que estaba enamorado. Y poco descubrió la verdad, un mensajero llegó y una carta de amor le entregó.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario