Ya hace años que un joven, fue a probar suerte en los juegos de azar del Estado. Un buen día éste muchacho sin buscarlo, ya que jugar a los juegos de azar no eran del todo de su agrado, hechó por probar suerte. Al caer la noche de ese día la suerte le cayó de lleno. Le tocó el mayor premio de la Historia nunca sorteado. Este jovenzuelo, al principio se planteó que hacer con tantísimo dinero. Y se dijo: bueno, veamos, ahora puedo tener todo lo que quiero, ya que como decía Quevedo, poderoso caballero es don dinero. Lo primero que hizo fue invertir en todas las bolsas del mundo, después compró todas las acciones que pudo de todas y cada una de las empresas que en esas bolsas financieras estaban. Ésto le reportó grandes beneficios multiplicando por miles millones lo que al principio ganó por destino. Cuando vió que ya había llegado a ser uno de los mayores accionista de prácticamente la totalidad de las empresas, entre ellas todas las grandes multinacionales más poderosas; decidió que no era suficiente que quería más, pesó: compraré todos los lingotes de oro que pueda. Con el paso de los meses llegó a poseer más 114 mil millones de kilos de oro con una pureza del 90%. Pero el jovenzuelo al cual se le pasaba el tiempo, no estaba satisfecho y dijo: ahora quiero comprar todas las propiedades patrimoniales que pueda poseer en los cinco continentes, compró y compró hasta que se cansó. Ya poseía 10 mil mansiones, palacios y castillos. Poseía coches, motos, barcos, aviones, industrias de todo tipo, pero se dijo: quiero más porque no estoy satisfecho. Como vió que no se le ocurrían muchas más cosas que comprar porque tenía mucho más de lo que podía usar, pensó: pues voy a contratar a todos los científicos mejor valorados de nuestro tiempo, a todos los artistas, a todos los superdotados para poder construir una nueva industria. Y así lo hizo, trajo a los mejores científicos en robótica y creó un ejércitos de robots que los puso trabajar en muy poco tiempo. Trajo a todos los artistas y construyó el mayor recinto nunca imaginado de todos los tiempos con obras de todo tipo y le pidió a los superdotados que le aconsejarán sobre como multiplicar por cien mil todos sus beneficios. Pasó el tiempo y dejó de ser jovenzuelo, la madurez ya le pisaba y se dijo un día: Bueno que más puedo querer, me dedicaré a los 20 mil días que me quedan al amor y así cada día tendré una mujer distinta, con lo que espero poder llegar a poseer 20 mil mujeres, que sí me permiten ser feliz 2 veces al día, podré alcanzar las 40 mil sensaciones del placer. Continuó tribulando y dijo: ¿qué me falta? Pues ayudaré a los pobres y empezó a subvencionar a todas las ONGs del planeta. Pero aun no estaba satisfecho y dijo: ¿qué más? Ya he tenido mil vacaciones, he tenido mil placeres y ayudado a millones de seres, ¿qué más? Ya se dijo: lo único que no tengo, es el deseo anhelar el deseo. Por lo que volveré a ser lo único que no puedo, volveré a ser pobre. Cuando se dió cuenta ya era tarde y no podía dar marcha atrás, porque quería ser pobre, pero con la juventud que se va y una mujer que de verdad amar.
Autor: D. Jesús Castro Fernández.
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